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ROXANA
1963 - 2024
Ahora que una vez
más, nuestra propia existencia se enfrenta a la contundente realidad del
fallecimiento de alguien tan cercano, como es nuestra hermana Silvia Rossana
Gómez Martínez, RoXana para ciertos momentos de su identificación natural como
artista plástica, sangre de nuestra sangre y carne de nuestra propia carne, en
virtud de aquellos recordados padres que tras la bendición otorgada por el
cielo, decretaron para nosotros esta irrupción al mundo como prolongaciones
apreciadas de su propia esencia; ahora que esa partida se hace inevitable y que
las expectativas por su recuperación chocan de frente con la contundente
realidad de su final e irretornable desvanecimiento; ahora que su figura se
difumina para siempre de la vista, impidiendo su presencia inquebrantable con
la que se aferraba a los manubrios de la vida, llenándonos de inquietud y
asombro; ahora que estamos reunidos para despedir a la hermana, a la familiar,
a la amiga, a la mujer valiente y a la artista que plasmó en sus cuadros y en
sus elaboraciones, diferentes visiones de la naturaleza: la humana y la
geográfica; ahora que se inician los recuerdos sobre la pintora que sin muchos
aspavientos ni adornadas vanidades ni exabruptos que desbordaran el deseo por
alcanzar las nebulosas del capricho, en los que se centran los intereses de
algunos apegos puramente económicos; ahora es que llega el momento de
hacer una evolución final sobre toda su trayectoria y la afectación que su
ausencia marca en nuestras propias vidas, para empezar a darnos cuenta de que
ella, Roxana, llevando en su corazón los aspectos culturales y ancestrales de
nuestro regional entorno; desde esas influencias y en lo que respecta a su
trabajo artístico, proyectó unas significativas exposiciones realizadas en el
país y en otras ciudades del mundo receptoras de la expresividad de su obra:
Francia, España, Ecuador y Perú especialmente, hasta convertirse en Embajadora
del Arte de América, por convocatoria realizada en el Bicentenario de este
Continente, reconocimiento que seguramente perseguía al conjunto enervado de
sus sueños, cuando buscaba diariamente los atriles de la gloria, para asimilar
con inmensa gratitud la respuesta decantada de que era suficiente con obtener
la honra de sus esfuerzos incluyentes, porque éstos eran ganados a pulso y sin
atropellar a nadie, al agradar a los ojos de ese Creador omnipotente que
otorgó las habilidades de las que fue provista, cuando la fe en sí misma y
en la espiritualidad en la que se fue desenvolviendo, resultó robustecida para
cosechar los frutos de su dedicación y su entereza.

Por eso cuando los ojos privilegiados de un artista se cierran de golpe clausurados para siempre, y sus manos ahítas de emoción quedan impedidas finalmente para empuñar la pluma o el pincel con el que captan la repetitiva cotidianidad de la existencia, ésta queda por un momento cercenada de esos sensibilizados y olfatorios sentidos que dan expresividad y ánimo a las personas y a las cosas, al lograr eternizarlas en las letras desafiadas en las cuales las circunstancias se reflejan o en la superficie pigmentada de una acuarela impecable; y sucumbe, al menos por un largo momento, en un limbo del que sólo se renace tras transitar la dolorosa soledad orientada a nuevas búsquedas y a la aparición de otros gestores que la testimonien y la plasmen, conformando un tránsito ambivalente de emociones prolongadas en lágrimas de oro que despiden cada vez a quien tuvo la sensibilidad poco común de interpretarla, y dejar constancia gráfica o escrita de las vivencias y las circunstancias a través de las cuales se hizo realidad y piel visible de las luchas, los triunfos, las derrotas, y toda la gama diaria de vicisitudes y acontecimientos con los que la vida nos sorprende cada día.
Rossana escogió el
camino del arte casi sin anunciarlo y desde muy pequeña, y con él, el difícil
camino de las renuncias y las privaciones a la materialidad que en cada
amanecer nos asedia y nos confronta, llevándola a soñar más bien en cómo
atrapar sobre un lienzo en blanco los colores inconcebibles de la lluvia o la
vibrante heterogeneidad de algún paisaje, antes que pensar en la malsana
acumulación de las fortunas que corroen la inmortalidad del alma y siembran la
codicia entre los corazones, impulsados entonces solamente a estimular la
apetencia de sus garras y atropellar si fuere del caso a la decencia, con tal
de acumular el despiadado brillo de las morrocotas o la abultada esclavitud de
llevar cuentas. Y para sostenerse y proclamar su independencia de pajarillo
cantor expuesto al vuelo, intentó el ordenamiento de sencillas iniciativas
comerciales y de sanos acometimientos familiares, entre ellos atender a sus
sobrinos, los hijos que no le dio la vida, en especial a los tres más pequeños
de ese entonces, entre ellos mis propios hijos; intercalando estas
imprescindibles actividades con su vocación innata de pintora, superada con el
nutriente sol de cada día en la técnica exigente del dibujo y en la
implementación de las texturas con las que se fue perfeccionando, hasta sentir
la emoción de niña buena, despertada cuando alguna de sus ingenuas e iniciales
cerámicas, o la validez de sus vitrales luminosos, o la abstracción o la visión
directa de unos hechos captados en cualquiera de sus cuadros, precursores del
óleo y el acrílico combinado con la lanigagrafía que llegó a dominar con
experticia; le retribuían los ingresos que alcanzaban para acometer la siguiente
aventura de otro cuadro, sin que la visión matemática de los
presupuestos, los análisis de precios unitarios, y el cálculo
exponencial del valor futuro incrementado por la rentabilidad, muy propia de
los juicios contables y jurídicos, se hincaran del todo en su convencimiento o
en la receptividad de la doctrina que buscaba complementariamente aleccionarla,
porque estos conceptos administrativos y organizacionales no llegaban con
prontitud al genuino nido de su alma, sino a través de un eco amortiguado
que intentaba establecer el equilibrio entre la esmerada gratificación de las
ganancias, y su dedicación de noches y días enteros, empleados para terminar
las pinceladas de una obra en la que refugiaba la lenta rebeldía de sus
angustias, dando paso a la paz interior que apaciguaba su ansiedad por abarcar
cada instante de la vida, y desarrollar con ellos y a plenitud, las habilidades
y condiciones con las que abría la trocha señalada por esta inquietante
estancia entre la Tierra.
Y la tocó el desamor y las ausencias. Intentó con capacidad estoica mantener el hilo endeble de las comprensiones, que a la vuelta inesperada de la esquina apuñaló la rectitud de su constancia y traicionó el juramento de apoyarse en las buenas y en las malas, hasta desencadenar el precipicio de la ausencia por el que se despeñan para siempre las ansias ilusionadas de la expectativa. Y quizá, la partida nunca deseada de la madre, convertida en el riel pertinaz de su conducta, pero a la vez en el follaje bajo el que podía confiar sus inquietudes, desató en su interior el germen que, en seguimiento a su actitud de no atacar ni depender de nadie para no causar escozores o molestias, atada a la directriz asimilada de ser siempre respetuosa con la integralidad del propio entorno, resolviendo los requerimientos cotidianos con las habilidades que van por cuenta propia, desplegando los esfuerzos y la iniciativa asidas a la fuerza intensificada de un velero; con esos argumentos cimentados desde la genética de los inicios; la semilla extraña de la enfermedad resolvió entonces volverse contra su propia naturaleza de gigante, limitada por la vicisitud de su carácter, y empezó a carcomerla lentamente con la constancia despiadada de una sádica, hasta llegar a la pista final en la que, ya sin contención ni freno, el síndrome de Crest empezó a minarle la alegría y su movilidad de inquieta serpentina, y sus ganas siempre listas a caminar la sagrada aventura desprendida de la virtuosidad de la existencia, afianzando sus deseos de pintar hasta el último momento, y su adulación a su admirada Frida, alma gemela en la capacidad de generar, aún desde las más limitantes circunstancias, una adolorida expresión artística: personaje universal de quien realizó su propia visión gráfica expuesta ahora en los muros de otras geografías; eso sí, sin dejar de soñar que mañana amanecería de nuevo y que su salud mejoraría, y que los tardíos esfuerzos de los médicos, aplicados ahora en proporción inversa a los inicios en los que a lo mejor la enfermedad podía controlarse de mejor manera; sin llegar a los extremos del conocimiento y al misterio increíble de unos artefactos construidos bajo las últimas premisas de la tecnología, que sin ningún rubor igual facturan con cifras asombrosas la temporal prolongación de la agonía; esa lucha desigual con una esclerodermia que proseguía con la terca determinación de su capricho, se vio apoyada por extemporáneos esfuerzos combinados liderados por un ángel femenino vestido de neumóloga, que sustituyó al demonio titulado que haciéndole honor a su apellido, no sabía ni… siquiera compadecerse del dolor ajeno, que, según su expresión de negociante, en el consultorio particular si podría calmarse a cambio de unos denarios significativos que menguarían por un tiempo su angurrienta ambición de orca en combate. Esas atenciones que por mínimas alimentaban la esperanza de devolverle la entereza maltratada, le permitían a Rossana la quimera de empuñar de nuevo el refugio veloz de unos pinceles que la aguardaban en los espacios atiborrados de su laboratorio, junto a los demás elementos con los que pretendía consolidar una obra pictórica y artística que continuara navegando acuciosa y con la ardentía propia de una herida, por entre los pliegues fortalecidos de su alma y los ojos expectantes que admiraban en sus óleos toda la validez de la poesía.
Pero ya no hubo
tiempo para más instancias. Se quedaron esperándola en su puesto, la
inquietante inmovilidad de aquellos elementos planos, redondeados, angulares o
abanicados con los que esparcía sus pinturas; los frascos especiales provistos
de sus témperas y acrílicos y óleos y acuarelas y fibras especiales enhebradas
en el sitio donde los dispuso su esperanza, junto a las lanas que tejidas por
sus manos de criatura mágica, le darían vida a la perpetuidad de alguna obra.
Se quedaron entonces para la posteridad de su recuerdo, sus paisajes propios de
una perspectiva por la que navega la larga mansedumbre de un instante, o los
reflejos de una paz eternizada que pareciera no alterarse nunca, ni estar sujeta
al maremágnum de los acontecimientos donde se juntan las condiciones económicas
con el fragor politizado de  las luchas que tanto cuestionan y
dividen. Se vislumbró también la posición de sus ideas en permanente y continuo
desarrollo, plasmadas en aquellas expresiones más abstractas, pobladas de
figuras que emergen sinuosas a través de un colorido laberinto, anunciando unas
puntas aceradas que podrían confundirse con las astas premonitorias de una
estrella o con los punzones aguijoneantes de una lanza, y quedó para la
encrucijada de los ojos la presentación de las elipses desaforadas de una
órbita, en medio de visiones planetarias de las que emergen los astros
complementarios de su iniciativa, transformada con el poder del arte en los
atildados contornos de algún rostro que nos escruta y nos conmina a encontrar
los remansos que aplacan a la mente y la gratitud por una creación infinita e
insondable, de la que siempre fue su más ferviente admiradora y su más
fervorosa y cálida creyente.
Pero ahora que la muerte cierra ese círculo vital en el que las actividades transitadas se analizan y evalúan, sea para obtener la calificación de los aplausos o para hacerse acreedores al señalamiento de los rumores compartidos, con los cuales se califica la vida individual de una persona; para el presente caso encontramos peculiares coincidencias e inexplicables e intempestivos antecedentes, que antes del suceso adolorido para todos sus cercanos familiares habían pasado desapercibidos, y que en la ilación de las circunstancias y los hechos experimentados sobre todo últimamente, adquieren ahora un especial significado al experimentar unas extrañas y sutiles vinculaciones, que parecieran transmitir un mensaje premonitorio sobre mucho de lo que sucedería después a lo largo de la vida; haciendo pensar que los lineamientos sobre lo ejecutado, en cumplimiento y persecución de su propósito, estaban previstos desde los primeros pasos intentados de manera inconsciente, o al menos proyectados desde los preámbulos del nacimiento mismo, como si se tratara de un anuncio admonitorio sobre lo que nuestra invaluable creadora de armoniosas y representativas imágenes pintadas y tejidas, desarrollaría en el transcurso de su vida -hasta los segundos finales de su hospitalizada existencia- y luego, en los efectos que su desaparición terrenal acarrearía, quizá sin pretenderlo o mejor sin anunciarlo, al recaer los efectos e interpretaciones de algunos sucesos, sobre aquellos que al continuar atados a los reflejos cotidianos de su entorno, dilucidábamos la explicación alebrestada de que su mágica presencia continuaba fortalecida y físicamente vigente de manera espiritual y transformada, dándole vida y trascendencia a sus acciones de hada bienhechora, acometidas en la condensada volatilidad de los recuerdos y en el surtidor intempestivo de las evocaciones. Las primeras conjeturas y elucubraciones parten del interrogante que pretende establecer el origen del nombre de nuestra pintora insigne, cuando a las puertas mismas de su cenizario, la prima Gabriela Santamaría, querida ella y cargando a sus espaldas la estela afectuosa en la que navegan los recuerdos del inmenso huerto casero de la casa de sus padres, en cuyos prados entibiados se reunía con frecuencia de metrónomo la agudeza incentivada de los primos, para desatar las prolongadas tardes sabatinas plagadas de guitarras y de cantos, con los que se prolongaba la inmensa tranquilidad de aquellos años; en medio de los verdores y cultivos luminosos de ese ornamentado ámbito protegido por su padre, según recuerda la parienta memoriosa agitando las aspas de mis propias y más lejanas evocaciones; allí, seguramente nuestra madre Chela, en compañía de Gloria, la prematuramente fallecida hermana de Gabriela, debieron debatir el nombre que equilibraría la balanza de aquel complementario con el que deberían bautizar a la novel criatura, traída, según la inocente convicción de los niños de entonces, en el pico invisible de una cigüeña proveniente de unas tierras sujetas a la desbordada imaginación en la se recreaba su existencia, para convertirse en la tercera y menor de las hermanas de la animosa familia Gómez Martínez, que, sin explicarnos ni sospechar cómo, venía en continuo y acelerado crecimiento; esto, a partir de que en uno de los dos platillos ya estaba designado el patronímico que para bautizarla había llamado la atención de Pepe, nuestro padre, y que según las nebulosas de la recordación, evocaba el posible argumento escuchado a papá en mi condición de hijo mayor, y en consecuencia su compañero y acompañante más cercano y permanente, por el cual tal escogencia se influenciaba con el nombre de una actriz italiana, seguramente de moda para aquellas épocas de enjundias y de aliento, que al despertar la admiración de papá retomaba aquel nombre de Rossana para la naciente y sonrosada vida, dejándole a mamá la responsabilidad de encontrar otro complementario que continuara la costumbre de escoger, entre los dos, uno cada uno, aquellos que nos identificarían para el resto emocionado de nuestros propios días. Mamá, que también poseía un alma de novelista inédita con la cual romantizaba todo aquello que tocaba, mientras clavaba la perpetuidad de su propia alma y sus enormes ojos marrones en el espejo plateado de la Luna, a la que admiraría todo el tiempo, debió conversar entonces con su sobrina Gloria, agitando la cabeza para discernir el nombre complementario al ya definido por su esposo, y casi con la seguridad de una explicación que trata de llamar la atención desde el fondo más recóndito de mi memoria nebulosa, creo haberle escuchado decir que si uno de los nombres estaba relacionado con una actriz de cine de muy creciente y válido prestigio, el otro debía ser inspirado por alguien de similares o parecidas características, para descubrir por estos lados del continente americano que desde México, donde lo hispánico instalaba su influencia en las aclamaciones de las ondas radiales y en el portento del reciente celuloide, el nombre de una actriz equiparable podía brindar el de Silvia, para conformar la dupla Silvia Rossana que conformaría la solución definitiva plasmada para siempre en el Registro Civil de nacimiento, pues además de sonoro y aplicado a la fórmula del bisílabo y trisílabo, uno tras de otro, que tal vez sin darse cuenta nuestros padres escogieron generalmente en los nombres de cada uno de sus hijos, para producir una agradable impresión auditiva; éste evocaba a dos actrices destacadas en el evolucionante panorama del mundo, con lo cual y de manera inconsciente se marcaba el destino de nuestra superada y colorida hermana, ahora con rumbo al país de los recuerdos y de las más sensibles añoranzas, para determinar su inclinación y posterior ejercicio profesional en el campo de las artes plásticas, que también la reconocerían como artista.

_ Rossanita,
por favor: _ imploró Sandra como último recurso: - Déjame
abrir la puerta que es para llevar tus cosas _ continuó diciendo,
mientras emprendía un segundo después el giro de la última llave conseguida,
guardada por años en el cajón inferior de los almacenamientos, sin haber sido
utilizada nunca antes en las operaciones relacionadas con ese determinado
clóset, para observar ahora, en medio del estupor y del asombro, que la
cerradura obedecía sin reparos, que las puertas se abrían sin dificultad alguna
como si nada hubiera sucedido, y que era posible desarrollar el cometido sin
mayores esfuerzos ni meditaciones inmediatas; pero comprobando minutos después
que la llave salvadora, por más esfuerzos intentados luego, ya no volvería a
funcionar nunca, como tampoco ninguna otra de las dispuestas en la ansiedad
dubitativa de las manos, como si Rossana estuviera recordando su habitual
comportamiento de mantener total privacidad en sus cajones y en los espacios
donde ubicaba su ropa y sus demás pertenencias privadas y recónditas,
recordando la advertencia hecha a su hermana de que sólo ella podía romper
el círculo de su privacidad y de sus intimidades, y que no se olvidara de
extinguir los elementos o cualquier correspondencia que por considerarla
demasiado personal, no debía trascender ni siquiera a la esfera del
conocimiento de sus demás hermanos, y menos a la curiosidad, a veces malsana y
dañina, de quienes, ajenos a la más cercana familiaridad o a la amistad
permanente y verdadera, tan reducida y al mismo tiempo tan sensible, hubieran
querido conocerlas y violar con intención, el deber sin evasivas de
desaparecerlas en la purificadora reducción de las cenizas. Los días
posteriores al de su partida tendrían igualmente una relevancia de calidad
inusitada, en particular para la familia más cercana, cuando ésta fue
sorprendida con la convocatoria a un homenaje que, tal vez por inusual e
inesperado, adquirió un significado de valor incalculable, al enterar
a todos los presentes, multiplicados como un eco en el resonante universo de
las redes sociales, de la valía que Rossana había representado para el sector
regional de las artes plásticas, y su figuración sencilla y silenciosa en otras
regiones y geografías del mundo; juntando además a  esa actividad el
nombre exaltado de nuestra comarca, pero de manera adicional y muy
especialmente, demostrando la gratitud y los afectos que su vida integral y
completa había generado entre sus colegas y en los admiradores del arte
pictórico, en especial en el grupo extendido de quienes se consideraban sus
amigos y simpatizantes, explayados aquella noche en elogios y en el
reconocimiento interpretativo de lo que Rossana quiso expresar con la habilidad
acrecentada de sus manos, en relación con el análisis interior y personalizado
de los momentos reflejados en los cuadros que plasmaban su sensibilidad y su
mágica visión de las vivencias. 

Y en eso estábamos pensando cuando decidimos ocupar de la mejor manera algunos de los ramos de exuberantes flores que acompañaron la velación del cuerpo de la artista; con lo cual, la familia entera resolvió visitar la tumba donde reposan desde hace varias décadas los restos de José Luis, nuestro hermano fallecido en un trágico e indeseable accidente de tránsito, ocurrido cuando acometíamos unos trabajos constructivos entre las veredas más profundas del enorme Rio Patía, por allá en el noroccidente nariñense; lo que determinó que Diego Mauricio cargara en el baúl de su camioneta dos o tres de esas ofrendas, y que unido a Betty, su esposa, y a Juan Diego, el hijo, quien como estudiante de medicina había orientado algunas inquietudes que en su tratamiento le formulaba su tía Silvia Rossana; todos ellos resolvieran dirigirse con relativa prisa a los jardines vistosos y apacibles en los que ahora se han convertido los antiguos cementerios, lugar en el que nos encontraríamos todos para hacer una oración y dejar esos arreglos con los que le diríamos a José Luis que RoXana, la pintora, la ceramista de figuras con las que fue consolidando la perfección de sus dibujos, ya estaba compartiendo el atrio acelerado de su encuentro; que él permanecía siempre vigente en nuestros afectos y en el pensamiento; que a veces intentábamos imaginarlo y recrear la posible vida que hubiera llevado en este mundo, de poder arribar a los más de 60 años que ahora con afán tuviera; y que la hermandad entre los Gómez Martínez continuaba manteniendo los afectos que nuestros padres nos habían inculcado, transmitiéndolos a los descendientes que desde ahora alimentan con su comunicación grupal, el deseo de tratarse animosamente como verdaderos primos. En tanto ubicaba el lugar que con la placa de granito identificaría con certeza los datos del ausente, Diego y su hijo, que habían trasladado los ramos desde la camioneta a la pequeña pendiente del final destino, resolvieron ubicarlos en el prado hasta cuando la evidencia indicó unos metros más abajo el nombre que los estaba convocando, tras lo cual, el oferente pidió a su esposa y a su hijo que acercaran las ofrendas coloridas, para no ascender de nuevo a portar la que él había tomado desde su puesto en la camioneta unos minutos antes, con la circunstancia de que al descender hasta el punto del encuentro y cuando Betty depositó en el piso el ramo que Diego había llevado entre sus manos y que dejó unos metros más arriba en tanto realizaba la búsqueda aludida, se dio cuenta de la existencia de una bolsa pegada a la base del arreglo floral, lo que arrancó la pregunta a su esposo sobre la razón por la cual había traído ese elemento, sin siquiera saber hasta ese instante cual era su contenido; para determinar por la respuesta que en ningún momento Diego había tenido conciencia de haber descendido del baúl de su vehículo aquel paquete misterioso, en el que descubrieron, al abrirlo, que se trataba de una blusa y un pantalón que le pertenecían nada menos que a Rossana, y que seguramente habían colocado en la cajuela varias semanas antes con la intención de devolverlos, cuando fueran a su casa a visitarla, en razón a algún olvido de la artista de esas prendas en un mueble del apartamento de los Gómez Silva; situación que resultó de tamaña sorpresa y de gran significado, pues todos concluyeron que de alguna manera Rossana quería estar presente en la visita familiar hecha a su hermano, y que aquella renovada coincidencia de tener esos elementos de su ropa en un momento tan determinante, permitía que fueran colocados sobre la superficie de la tumba alrededor de la cual nos habíamos sentado todos para desarrollar nuestra particular tertulia, expresándole a José Luis que ahí estábamos todos sus hermanos, y que de alguna manera, y como siempre sucedía, Rossana no quería quedar por fuera de tan significativo evento, a través del cual manifestaba de manera singular que ella también quería hacer presencia, para honrarlo y presentarle su saludo.
Terminada la
exposición en la Casa de la Cultura de Nariño, todos los cuadros fueron
devueltos a sus autores, o a quienes de una u otra forma los habían adquirido,
o a los responsables finales de su particular tenencia; para lo cual, el de
Rossana fue envuelto en un grueso papel de protección con el que sería entregado a las manos acuciosas de las Sandras
familiares, de forma que pudiera ser trasladado al mural de su ultimo y
permanente destino, donde lo ampararía con la fuerza de un altar, la armonía
del hogar que desde ahora en adelante lo adopta con devoción y lo protege.
Pero para evitar que por cualquier equivocación se transmutara al final de las
entregas, ahí, frente a la guardiana autorizada del recinto que con recelo y
propiedad vigila con la protección reglamentaria de su arma que nada indebido
suceda al interior de la casona; entre todas resolvieron abrir un pequeño
boquete en la envoltura para comprobar la certeza de la recepción, escuchándole
decir entonces a la recia e inflexible uniformada, una expresión que resume el
mensaje de lo que Rossana quiso manifestar e hizo con aquella pintura indeformable:
-¡Ay qué lindo: Es
el cuadro de las mariposas!- exclamó la señora, desfallecida ante la
presencia del perfecto poliedro de colores. -En este lugar el ambiente es
muy pesado- continuó expresando,  refiriéndose tal vez a que
en horas avanzadas de la noche, ella misma y sus demás compañeros de guardia
deben confrontar a los espíritus de tantas manifestaciones allí reunidas a lo
largo de varias generaciones; las que al parecer, deambulan inquietantes por
entre aquellos salones y corredores para entonces desolados, argumentando los
diferentes significados de lo que representan las ausencias, e incluso, la
carga emocional de las manifestaciones conque el arte expresa las problemáticas
existenciales y los dolores y agitaciones sociales condensadas muchas veces en
el valor intrínseco de los cuadros que se exhiben, recogiendo en otras la
insensatez y beligerancia con la que algunos asistentes manifiestan su posición
ante los permanentes avatares de la vida, mientras dejan impregnada su
energía, cualquiera que ella sea, en los espacios entregados a los tejidos
del silencio en el que se sumerge la mansión, hecha museo y teatro al mismo tiempo,
de acciones y eventos culturales que reflejan todo lo que sucede de puertas
para afuera, incluidos los vacíos y las angustias de una sociedad que cumple el
ciclo existencial en el que pretende enrumbarse, siguiendo la dirección que
indican sus cambiantes y diversificadas decisiones. Entonces fue cuando la
enérgica y convencida vigilante, concluyó sus comentarios con esta frase lapidaria:
- Pero cuando
yo acometía mi ronda y encontraba a primera vista la presencia de este
cuadro,  el de las mariposas como todos resolvimos identificarlo, me
invadía una sensación de paz, de tranquilidad y de  sosiego: una
calma y un mensaje de afecto y esperanza que  antes jamás había
sentido……
Con declaraciones de esta naturaleza, cómo entonces no pensar que existe una proyección que va más allá de cualquier comprensión temporal o momentánea de esa obra, generando una inmensa gratitud y admiración tanto de parte de los seguidores de la expresión pictórica como de nuestra misma familia hacia ellos, en relación con las manifestaciones positivas conque todos han retribuido las acciones laborales y vivenciales de Roxana, al hacer pensar que de todo esto se deriva el legado más diciente de nuestra recordada y apreciada hermana artista: aquel condensado en su entereza; en su capacidad de lucha y en su admirable y persistente resistencia; en su amor y entrega por la vida y por el curso de sus actividades, labradas con la paciencia de sus hilos y la constante laboriosidad de sus bordados; en su fortalecimiento de la fe, que le hizo perder el miedo a la incertidumbre de la muerte, y soportar el dolor con la asombrosa fortaleza de una luchadora; en la capacidad de entender este paso por la temporalidad de la existencia, cuando se encuentra la validez de su propósito encaminado con humildad y consistencia al servicio que beneficia a otros, con el despliegue cotidiano de las ejecutorias en las que prima el valor de la justicia, de la honestidad, de la excelencia, y del amor con el que se asume cada puntada de la vida, cuyos frutos, derivados de las habilidades con las que Dios nos ha dotado y que pulimos y desarrollamos, tienen toda la validez y relevancia si se fundamentan en lo que compagina con la luz de los valores y principios que descienden desde las alturas, y reafirman las creencias que permiten trascender los acosos inescrutables de la vida y el asalto ineludible de la misma muerte, en tanto podemos servir y resultar útiles a todo lo que significa nuestro entorno, a la familia y a nosotros mismos, sin el atropello egoísta y codicioso que pasa por encima de quien sea con tal de obtener la prontitud de unas riquezas que sólo alimentan la vanidad de los sentidos, sin nutrir el fortalecimiento del espíritu que finalmente es cuanto habrá de trascendernos, si ascendemos con alegría y entusiasmo a la cima encumbrada de nuestros propios desafíos, aplicado el pulso insobornable y un adecuado y firme convencimiento, a la disyuntiva de la decisión con la que habremos de tomar el camino que marque la salida y la meta vislumbrada de nuestro destino.
El día en que se
cumplen dos meses exactos de su final partida, la tarjeta virtual que recoge su
figura de sonrisa alegre y gesto elocuente de espontaneidad sin límite, hace la
invitación a la iglesia donde reposan para siempre sus cenizas, a fin de
celebrar una misa conmemorativa, conforme la fe y la costumbre generalizada de
la familia cercana, pese a algunas diferencias, más de forma que de fondo, en
cuanto a las concepciones espirituales y religiosas que todos y cada uno de
nosotros mantenemos o practicamos en el cambiante devenir de la
existencia, iniciativa que da continuidad a la dedicación de Sandra
hermana y de Diego Mauricio, el ingeniero y atildado vulcanólogo, a
fin de ocuparse de este tipo de ceremonias y detalles que solventan
mi falta de tiempo para liderar los pormenores de tal convocatoria, sometido
como estoy a tantas funciones que no han podido delegarse por falta de
ubicación y de escogencia de personas adecuadas y eficientes, y por esa
inclinación polímata y diversa descubierta con certidumbre no hace mucho, que
me obliga e induce a desarrollar todas las actividades que las necesidades de
una empresa en crecimiento y de un proyecto constructivo obligan y establecen,
además de los acometimientos literarios o musicales que inducen a estrujar las
disponibilidades del horario para volverlo provechoso y útil en cada segundo
transcurrido, con el afán de acometerlo sin descanso y de la manera más
eficiente y productiva, retando incluso las capacidades y la resistencia que
limita la potencialidad  del mismo cuerpo. Entonces, un mensaje
significativo entra al WhatsApp de mi portátil en permanente y desplegado uso,
preciso cuando examino esa aplicación en busca de un archivo y un mensaje que
estoy esperando de hace rato, por el cual me enteraré de cifras y conceptos
sobre la construcción que avanza con las velas desplegadas y el hambre
permanente de materias primas y demás requerimientos de su obligatoriedad en
necesario avance; palabras emitidas por un número extraño e inicialmente no
grabado que trae el llamado de atención de una frase precisa y contundente:
- Necesito comunicarme con un familiar de la Maestra Roxana- dice el aviso al que respondo identificándome como el mayor de sus hermanos, para derivar en unas letras que informan sobre la existencia de una persona que hace años adquirió uno de sus cuadros y quien por motivos de viaje lo ha ofrecido a la persona que ahora me contacta, en su calidad de coleccionista, pintora en ejercicio y curadora de arte, anunciando entonces un precio para poder adquirirlo, dado que ella no dispone de espacio para quedarse con lo que significa esta pintura aparecida de la nada, explicando además que en el pasado adquirió y tal vez mantiene algunas obras de la amiga pintora de la que tiene el mejor de los recuerdos, pero que en esta oportunidad, de acuerdo con su complaciente y comprensivo esposo, han decidido no quedarse con tal ofrecimiento e intentar más bien contactar a un familiar de la Maestra, para tenerlo en cuenta como primera opción en la posibilidad de entregarle en venta aquella pintura hasta ahora desconocida y misteriosa, al menos para algunos o para muchos de nosotros, con lo cual, por el lapso eternizado de un momento mi pensamiento titubea en la decisión de adquirir o no la oferta, pues de manera instantánea aflora el listado de erogaciones y de pagos que debo realizar de manera inmediata y que requieren de un mínimo de planificación para no entrar en desajustes, además de la significativa cantidad de pinturas que en vida he adquirido de mi hermana por la calidad y expresividad de su trabajo y por las facilidades y precios ofertados, argumentos que me llevan al instintivo debate de elegir si adquiero o no este ofrecimiento, o dejo que otra persona o familiar interesado se haga a tan significativa pertenencia. Entonces siento nuevamente que la hermana fallecida me está haciendo un febril requerimiento, al insinuar que su deseo es que esa obra salida de sus manos quede de la mejor manera en el refugio permanente de las mías, como parte de mi colección privada, al no perder de vista que un pedazo de su espíritu y su alma están puestos en los avatares de esta manifestación del arte, seguramente aflorada ahora a mi vista para retar las elocuencias de mi imaginación en constante desafío, que debe adquirirla y descifrarla dentro de un contexto literario, de forma que su expresión y la anécdota de cómo pude acceder a ella hagan parte de las palabras que alguna vez le había prometido, en relación con la habilidad y validez de su trabajo y con las circunstancias vivenciales y personales que giran y se multiplican en torno a su ejecución y desarrollo. El mensaje extracorporal dice además que mi hermana sabe sobre mi inclinación a los temas humanísticos y a la ilustración que ofrece la academia, además de mi afición a coleccionar recuerdos y libros y estampas y cartas y conversaciones, y en fin, a conservar en la diversidad de algunas cajas y carpetas y en el rincón más afectivo de la gratitud y la memoria, todo aquello que esté relacionado con la existencia en general, y más aún, con la historia y la vida de nuestros antepasados, sean o no familiares o parientes, y con sus vidas, distinciones o menciones que en la dinámica regional hubieren obtenido en relación con sus propias vivencias y bien intencionadas ejecutorias, al hacer parte de las familias fincadas al desarrollo de esta entrañable y ancestral comarca, que constituiría desde hace más de un siglo el décimo y esforzado departamento de una nación emergente y titubeante, que en medio de sus debates lo ha creado como nueva unidad administrativa que busca su autonomía y los senderos de su propio crecimiento, al separarse de anteriores yugos que sólo la veían como habitual y eternizada despensa, como el potrero para criar ganado, o la veta permanente de explotadas minas; todo lo cual, refleja una verdadera y profunda afición que quizá este llamado de mi hermana evoca con su mensaje sutil y concluyente, ya que la nueva y significativa coincidencia no es más que el emplazamiento de Rossana a través de la búsqueda del destino final y la ubicación postrera de esta graficación estimulante, para que haga eco en mi conciencia y determine los pensamientos decisorios que inclinen la balanza, sin más dudas ni cavilaciones, a favor de la adquisición de aquel trabajo de perfiles amaestrados en el marco pintoresco de una expresión artística. Finalmente, con la poseedora de la pintura en ciernes llegamos a un acuerdo de facilitante acceso que permanecerá en el secreto de mis íntimas erogaciones, por lo que no deberá preguntarme nadie ni habré de revelar, al menos yo, ni cómo ni cuánto costó la compraventa, procediendo con la decisión ya enarbolada a desplazarme lo más pronto posible hasta la dirección donde la vendedora está a la espera, para encontrarme con el cuadro del que previamente me ha enviado una foto por el mismo medio de contacto, lo que me permite contrastarlo en el vademécum de creaciones representativas de la autora denominado El Rincón de RoXana, la página de Facebook que la Maestra, de una manera sencilla y limitada en cuanto a masificar su difusión ha mantenido en vida, y que más de uno sólo vino a descubrir en medio de las recientes circunstancias. Enseguida y con los pocos minutos que me quedan antes de acudir a la cita formulada por la campaneada exactitud de la liturgia, procedo a instalarlo en un lugar preferencial y privado del que todavía no revelo la ubicación, a la espera de que algunos ojos ávidos en cualquier visita lo descubran y valoren, sintiendo en su presencia la misma emoción que yo sentí al encontrarme con esta colorida y abstracta expresión del arte titulada La Naturaleza, en la que habita la presencia de Rossana a través de su confección y demás detalles vivenciales, en los que se configura el diagrama conceptual de unos ojos multiplicados que se concentran en diferentes ángulos, diseminándose en los rayos irisados de la vida que culmina al contorno en los mágicos verdes de la creación en acechanza, si no resulta que ésta misma es la que converge hacia el ojo central que la escruta y examina, para desatar un mensaje que despierta de manera adicional la calidez de una plácida armonía y un sentimiento de tranquilidad que seguramente la artista quiso transmitir a quienes luego examinaran su concepto, a través de una técnica que entre hilos de colores y pinceladas aplicadas con la lenta sabiduría del estudio, mezcla el óleo y la lanigrafía en figuras de refulgente y concienzudo equilibrio, en el cual la artista juega con las lanas para darles movimiento a través de las agujas y las marcas complementarias, nacidas de su dialéctica elocuencia y de los impulsos transmitidos por sus manos a los despliegues calculados de su paleta en uso. La breve tertulia con la curadora da para enterarme de otros reconocimientos hechos a Rossana aún en tierras demasiado lejanas para nuestro sorprendido entendimiento, de los cuales ella se compromete a conseguir los respectivos soportes sobre los que no teníamos la más mínima evidencia; mencionando con afecto y de manera complementaria las calidades humanas y artísticas que adornaban la personalidad de la pintora extinta, de las que hacía gala ante sus amistades y colegas al deslumbrarlos en sus tertulias y conversaciones con su postura existencial y crítica respecto al acontecer social y al comportamiento generalizado de las masas, plasmada luego en la concepción de su trabajo hasta inducir la pregunta inquietante que pretende indagar si Rossana alcanzó a dejar más obras de carácter inédito, frente a lo cual la respuesta es una contundente negativa, al menos con base en lo que hasta ahora conocemos, pero con la inquietud latente de expresar que en su estudio y sobre un caballete especial que acompañó las nostalgias de este puntual emprendimiento, alcanzamos a visualizar un pequeño cuadro bordado, tejido y combinado con la pintura al óleo, que destaca la figura de una Torre Eiffel engalanada entre el diverso verdor de los tapices atravesados por la pacificación de una laguna, en cuya base el lienzo ostenta hasta el sol de hoy las partes que quedaron inconclusas y que ya no podrán finalizarse nunca, porque Silvia Rossana, la pintora que no todos comprendimos, al menos a tiempo y de manera completa en su controvertida sensibilidad de artista, no alcanzó a culminar este trabajo por la limitación que sus afectaciones físicas llegaron a infringirle coartando la fortaleza de sus capacidades, pero con la característica especial y relevante de que la aguja final de este tejido, está clavada en el lienzo en la misma posición en la que ella la dejó cuando abandonó de manera obligada la inacabada imagen y la ansiada continuidad de su trabajo, situación de la que nace la sugerencia de poder encapsular este intento en el estado último donde lo dejó su creadora, fomentando los sentimientos de un poema que será retado a elaborarse, para atesorar el conjunto en una urna de cristal que podría ser exhibida -post mortem y a través del tiempo- en las salas de exposición a las que en vida Rossana había sido continuamente invitada y aplaudida.

Al concluir estas palabras impulsadas por todos los sentimientos que con base a la vida de mi hermana ahora me embargan e inspiran, sólo queda por lanzar al aire la erupción multicolor de los agradecimientos que Silvia Rossana me hubiera encomendado, rodeada del anhelado jardín en el que hoy se convierte su figura y en medio de las expresiones de admiración y de cariño que desde diversos ámbitos y localidades, de esta forma la han reconocido y mencionado: A los familiares y amigos y cómplices de su aventura extraordinaria por los angostos y limitados caminos de la expresión artística, todos ellos reunidos aquí para manifestar su solidaridad y fraterno acompañamiento. A aquellas personas que desde las instituciones de salud que la atendieron, fueron más allá de sus propias limitantes y entrabamientos oficiales, para brindar el desvelo de su dedicación y apoyo, intentando el alivio que su magro cuerpo de estos días requería. A las personas que combatiendo las fatigas del debido sueño, desvelaron su tranquilidad durante las veinticuatro horas del día para acompañar y suplir la punzada inclemente de sus necesidades. A sus hermanas y hermanos, unidos para siempre en un cable de acero que mantiene el amor y la unión inderrotable, en medio de la cual crecen y proyectan los escaños dicientes de sus compromisos. A la creciente reciprocidad de sus sobrinos, a quienes delegó el cuidado intensivo de su legado incuestionable, y que ahora, tras tener conciencia de su actividad artística y de su sinigual y precoz fallecimiento, deducen una respuesta a la inquietud de José Enrique, el más viajero de ellos, cuando a sus cuatro años de edad me preguntaba con una inquieta inteligencia de argonauta, indetenible en la procuración de su camino: Tío, quién pega las nubes en el cielo?; siendo que ahora, mientras el sobrino las estudia para alcanzar un doctorado en tal materia, que solvente la captación y traslado de la energía que podría llegarnos desde la bóveda celeste; tienen la certeza de que, en representación de la familia, será la tía Rossana quien lo haga en el firmamento indeleble de sus cuadros, allá junto al Creador, en la eterna inmensidad del Paraíso, cuando refleje el blanco contoneo de esos enormes buques hechos de agua condensada y de cristalizados corpúsculos de hielo, capturados para siempre en la imagen de fuego de una mañana feliz y exuberante, que conjuga la habilidad de sus paletas y pinceles con la inocente plenitud de un paisaje de sol abanicado por un viento que goza y se divierte entre los árboles. Al singular estado de su sobrina Ángela y de Andrea, la segunda de las sobrinas políticas, que juntas le reconocen a la tía su intersección ante lo sobrenatural o lo divino, para que se gestione la naturaleza de algo extraordinario; aquella, porque su denodado propósito por convertirse en madre, tras una expectante espera repleta de requisitos e invaluables y prolongados tratamientos, le regaló el portento iluminado de la más armoniosa de las niñas, pensando que su condición de descendiente única le clausuraría a la joven madre, al menos de manera natural, las ansias contenidas de volver a serlo; restricción que también caracterizaba a Andrea, conforme la dureza de las sentencias médicas, indicadoras de limitaciones fisiológicas y complementariamente anatómicas, que derivaban en la imposibilidad de concebir una criatura pese a los intentos del humanado esfuerzo y a las tecnificadas recomendaciones y lineamientos de los especialistas, hasta cuando la certeza intempestiva de una noticia inesperada, les concedió a ambas el milagro de quedar embarazadas naturalmente y casi al mismo tiempo, haciéndonos evocar a todos el cuadro bordado de la Bailarina y su Ternura en haz de Colores, elaborado en tiempos cercanos por Roxana, que en pose galante emergida desde un túnel explorado y sugerente, se convierte en útero sagrado del que emana la danza ilusionada de la vida, luciendo una relación que al atarse al de las noveles familiares que transmiten el legado de las generaciones, también le hizo decir a la tía Rossana que ella abandonaba su existencia para que a la familia llegaran con la fuerza imperiosa de un valorado milagro estos dos nuevos y espontáneos angelitos, que suplirán con la alegría de un carnaval espontáneo y desbordado, la tristeza y el dolor que ocasiona la contundente realidad de su partida. A la sinceridad de sus amigas de siempre, que supieron transponer el oleaje permanente de las diferencias y la sombra agresiva de las dificultades. A su hermana Mónica Patricia, la madre de Angelita y suegra de Andrea, quizá la que más entendió los repliegues indescifrables de su alma, hasta convertirse en su incondicional cómplice y solvente y siempre recurrente amiga. Pero más que todo y sobre todo, a Javier Torres Lasso y Francisco Torres Gómez, cuñado y sobrino respectivamente, por el apoyo y liderazgo desplegado durante su larga vida compartida, que con seguridad deviene en el más entrañable y profundo abrazo de hermanas dependientes e inexorablemente involucradas en sus respectivas existencias, a pesar de algunas diferencias informales que, ya convertidas en anécdotas, deben derivar ahora en la más tierna y feliz de la sonrisas, al hacer de Sandra Gómez Martínez la hermana abnegada y protectora que cualquier familia desearía tener entre su seno: el ángel más sublime que por su dedicación y compromiso, desde ya debe tener labrado un espacio de inmenso amor y reconocimiento en los amplios salones de los cielos, cuando algún día, que esperamos todavía lejano para continuar sirviéndole a la vida, nos volvamos a encontrar con aquellos invaluables familiares que labraron, precursores, la inexorable dirección de este camino: nuestros padres Pepe y Chela, la novela del romance jamás dicho; nuestro hermano José Luis, perenne trashumante de los sueños; y ahora Silvia Rossana, tacto, olfato y pulso de la vida, que se junta con amor a ellos para colocar un toque colorido de alegría y de insolente magia, a ese mausoleo fraternal y desprovisto de reclamos y dolores, en el que habremos de encontrarnos algún día, con la cara limpia, la dignidad en alto, y la satisfacción de la labor cumplida. Adiós querida hermana por tu siembra y por la laboriosidad y amplitud de tus cosechas; por el milagro de la hermandad que aún perdura, quedando anclada para siempre en el reconocimiento inmenso de nuestros corazones. Adiós, Silvia Rossana Gómez Martínez.
REG.
DNDA-MININTERIOR 10-1277-425 del 22/01/2025





FOTOGRAFIAS: ARCHIVO FAMILIAR
DANIEL GOMEZ VILLACREZ
                                DIEGO GOMEZ
MARTINEZ




















Comentarios
Está en paz con la vida
Saludos. Jorge Dorado Moreano
Desconocía toda tu dedicación a la escritura. En algunos de tus escritos,
aprecio a un ser muy integral, que confluye la historia, la literatura, la poesía.
una gran sensibilidad al escribir, me parece que lo que tu pluma toca, lo conviertes en poesía y nos transporta a diferentes narrativas.
Mucho que ver con el arte si le agregamos tu amor por la música, por otra parte esa
chispa de humor tan inherente en ti.
Felicitaciones. Que tengas un excelente comienzo de semana. Dios te bendiga 💫🙏✨ ANA LUCIA DE PANTOJA
Un abrazo fraternal y mis condolencias infinitas.🙏 CRISTINA ENRIQUEZ
Abrazos. SILVIA ROSERO MERA
Me gusta mucho tu tema. Tiene mensaje contundente en especial para nosotros los amigos catanos. Felicitaciones 🎊🥰 María Elena Ortega
Espero que te encuentres muy bien física, mental y espiritualmente. Acabo de leer tu artículo relacionado con tu hermana Rossana. Primeramente te felicito por esa maravillosa descripción con lujo de detalles literarios, propios de un gran intelectual como lo eres tú.
Pude comprender el dolor de todos los hermanos y familiares de ella por su partida definitiva, como también la dura realidad de soportar el dolor e incapacidad física debida a su enfermedad crónica, y que al parecer tanto ella como uds. lucharon hasta el final con gran estoicismo. Igualmente quedó enterado de las anécdotas que describes en una mezcla de realidad e imaginación y justificadas por la inmensa personalidad de la artista que al parecer ha dejado imborrables huellas en el corazón de toda su familia.
Bueno amigo nuevamente muchas gracias por compartir tu admirable escrito. Que tu vida v salud y trabajo sean óptimos .👋🤝 JESUS EFRAIN BEDOYA SOLARTE
Me honras al compartirme una parte magnífica de tu historia donde la protagonista es una gran maestra pintora, ceramista, mujer, hija, hermana, amiga, ciudadana a quien he conocido y apreciado a través de tus palabras.
Gracias, gracias. SUNNY MONCAYO
Un abrazo para tí y los tuyos. Sunny Moncayo
Gracias por compartir. LILIANA MUÑOZ
Que viva siempre en el universo y en la memoria, tu adorada hermana. RICARDO TORRES GAVELA (Quito - Ecuador