PALABRAS OFRECIDAS

 


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ROXANA

1963 - 2024

Ahora que una vez más, nuestra propia existencia se enfrenta a la contundente realidad del fallecimiento de alguien tan cercano, como es nuestra hermana Silvia Rossana Gómez Martínez, RoXana para ciertos momentos de su identificación natural como artista plástica, sangre de nuestra sangre y carne de nuestra propia carne, en virtud de aquellos recordados padres que tras la bendición otorgada por el cielo, decretaron para nosotros esta irrupción al mundo como prolongaciones apreciadas de su propia esencia; ahora que esa partida se hace inevitable y que las expectativas por su recuperación chocan de frente con la contundente realidad de su final e irretornable desvanecimiento; ahora que su figura se difumina para siempre de la vista, impidiendo su presencia inquebrantable con la que se aferraba a los manubrios de la vida, llenándonos de inquietud y asombro; ahora que estamos reunidos para despedir a la hermana, a la familiar, a la amiga, a la mujer valiente y a la artista que plasmó en sus cuadros y en sus elaboraciones, diferentes visiones de la naturaleza: la humana y la geográfica; ahora que se inician los recuerdos sobre la pintora que sin muchos aspavientos ni adornadas vanidades ni exabruptos que desbordaran el deseo por alcanzar las nebulosas del capricho, en los que se centran los intereses de algunos apegos puramente económicos; ahora es que llega el momento de hacer una evolución final sobre toda su trayectoria y la afectación que su ausencia marca en nuestras propias vidas, para empezar a darnos cuenta de que ella, Roxana, llevando en su corazón los aspectos culturales y ancestrales de nuestro regional entorno; desde esas influencias y en lo que respecta a su trabajo artístico, proyectó unas significativas exposiciones realizadas en el país y en otras ciudades del mundo receptoras de la expresividad de su obra: Francia, España, Ecuador y Perú especialmente, hasta convertirse en Embajadora del Arte de América, por convocatoria realizada en el Bicentenario de este Continente, reconocimiento que seguramente perseguía al conjunto enervado de sus sueños, cuando buscaba diariamente los atriles de la gloria, para asimilar con inmensa gratitud la respuesta decantada de que era suficiente con obtener la honra de sus esfuerzos incluyentes, porque éstos eran ganados a pulso y sin atropellar a nadie, al agradar a los ojos de ese Creador omnipotente que otorgó las habilidades de las que fue provista, cuando la fe en sí misma y en la espiritualidad en la que se fue desenvolviendo, resultó robustecida para cosechar los frutos de su dedicación y su entereza.




Entonces, aquí y ahora afloran a la mente no sólo los recuerdos de nuestros pasos conjuntos por los repliegues de esta ancestral comarca, en la que desarrollamos lo mejor de nuestras aspiraciones y la sencilla volumetría de nuestros logros, sino también las inquietudes sobre el significado de esta determinada estancia por la Tierra, finalmente tan corta y tan disímil, cuando al tomar conciencia de su desarrollo, observamos que a pesar de los deseos, las potencialidades, las riquezas o las carencias por las que cualquier ser humano atraviese o en las que sus condiciones lo establezcan, siempre, llegado el día fijado de la sentencia tajante y concluyente, la vida se acaba y desvanece con la eventualidad de un ágil y ligero soplo, como si se tratara apenas de un breve pestañeo de los ojos o de la apresurada agilidad de un brinco; tras lo cual, se activan las inquietudes y las dudas sobre lo que está más allá de nuestra propia comprensión y entendimiento, cuando esta cotidianidad coloca imperturbable su señal de alto, y en consecuencia se silencia y se termina. Y allí, tratando de entender ese final inevitable, damos paso a los interrogantes sobre los movimientos que en silencio se marchan sin retorno al infinito, y que sólo los conceptos de la fe intentan solventar con gran esfuerzo, generando las dubitaciones que no cesan ni alcanzan a suplir la validez del argumento donde viene cantando la esperanza, cuando intentamos cada vez asimilar y comprender el propósito final por el cual luchamos y vivimos. Y en ese vivaz remolino de recuerdos y de pensamientos que se arremolinan inquietos en la mente, removidos por el ventilador acuchillante de aquello que conlleva este momento, surgen entonces los interrogantes por lo que hubiera podido ser y ya no fue, con los que se logran fortalecer los músculos acicalados de la resignación y la paciencia, conformados entonces con dejar aflorar de todas formas sentimientos de gratitud frente a lo realmente ejecutado, para observar, a veces con cierto nivel de frustración y desencanto, el inventario somero de lo que significan los propios y particulares logros, y aquellos atiborrados en la programación que ya no podremos acometer nunca. Pero entreverados entre los mejores sentimientos y buscando hacer a un lado esas ganas de reclamarle a alguien un poco más de los esfuerzos permitidos, para que con su actitud y sus aportes permita la devolución de la salud y el transcurso revitalizado de la vida; debemos sujetar fuertemente de la brida el azote de las recriminaciones sobre la enfermedad que todo lo aprisiona y lo destruye, en medio de sus carcajadas de tirana que, sin ninguna compasión ni escrúpulo, ahoga los esfuerzos de su presa, empecinada cada minuto y a pesar de las dolencias en continuar con la elocuencia de sus aspiraciones, o por lo menos, con la repetición menguada de sus días; lo que nos lleva al encaramiento de una institucionalidad de la salud, que en muchas ocasiones aparece demasiado racional y fría frente a las expectativas de atención que como pacientes o como acompañantes la mayoría de ciudadanos esperamos, en aras al mutuo respeto que en tal condición merecemos y a la estructuración de un sistema que debería ser mas solidario y eficiente, al considerar la prevención como una política integral más significativa y oportuna, que aquella atención magnificada, sujeta a los despliegues millonarios pero al final tardíos y en consecuencia derrotados con los que se acometen ahora sí los tratamientos, cuando el derrumbo inminente está a la vista y la guadaña encapuchada de la muerte anuncia prepotente que ya es muy tarde para poder vencerla, cansados de recorrer el viacrucis inclemente de los trámites y las dificultades tortuosas de la cita que no se marca ni concreta nunca, y los medicamentos agotados o que no tienen el aval para estar en el canon autorizado de la lista, y los exámenes ordenados por los especialistas que no se realizan a tiempo, con la disculpa insulsa de que pronto van a llamarnos para su ejecutoria, mientras recae la indolencia sobre la disponibilidad del cuerpo atormentado, que debe arrastrarse con el tanque del oxígeno a cuestas para hacerle el seguimiento a los procesos, a fin de complacer al aleccionado funcionario de la ventanilla y hasta al ilustrado portero de la clínica, que necesitan comprobar si en realidad se trata de una urgencia, o si es que peligra de verdad la vigencia encartada de la vida. Y es allí donde ponemos a prueba las fibras construidas de nuestra más grande tolerancia, en tanto la razón reclama las respuestas generalmente inalcanzables o que se quedan cortas ante el  desafío inquieto de los argumentos, que tratan de explicar con contundencia esa cascada permanente de inquietudes, transformadas en los más caros sentimientos y en la asidua visión de la esperanza con la que amanecemos cada día, al buscar que la existencia personal y colectiva traiga de una vez por todas noticias que reconforten y alimenten el deseo de prolongar las causas, dejando trasladar así la posta del optimismo y la realización a las nuevas generaciones que nos siguen, cada vez más desorientadas y pesarosas en relación con el futuro que se anuncia, en tanto deambulan sin norte y sin oriente entre las redes que la actual civilización ha construido, quitándoles el corazón o el alma, para intentar con retazos de lucidez e iniciativa, el encuentro del verdadero sentido con el que deberían alimentar el aliciente continuo de sus pasos.


La frase entonada de la célebre canción que ha logrado fijar su trascendencia en la inmortalidad de la memoria, señala que cuando calla el cantor calla la vida; porque el cantor, que representa a todos los artistas que en el mundo han sido: escritores, músicos, poetas, artistas plásticos, escultores y en particular, aquellos que pintan las circunstancias de cualquier orden que los acometen y rodean; se convierten, tal como alguna vez le dije en alguna tertulia rápida a Rossana, en los órganos de los sentidos de la vida: aquellos que ven, oyen, sienten, palpan, olfatean, sufren y gozan con cada una de las circunstancias que los marcan individualmente, o a través de vivencias ajenas que sienten y perciben como propias,  para convertirlas enseguida en un expresión artística que deja constancia inmortal de su valioso testimonio, al andar y desandar los espacios por los que viene la inestabilidad de la existencia, que recorren con mirada de águila pero con sensibilidad de mariposa, para tomar del entorno la magia sencilla pero sapiente, preparada y bien pulida, con la que desarrollan sus coloridas y visionarias observaciones, fusionadas con su sensibilidad y con las habilidades fortalecidas por el conocimiento, en las transformaciones armoniosas y elocuentes en las que concluyen las expresiones de su convicción artística.

Por eso cuando los ojos privilegiados de un artista se cierran de golpe clausurados para siempre, y sus manos ahítas de emoción quedan impedidas finalmente para empuñar la pluma o el pincel con el que captan la repetitiva cotidianidad de la existencia, ésta queda por un momento cercenada de esos sensibilizados y olfatorios sentidos que dan expresividad y ánimo a las personas y a las cosas, al lograr eternizarlas en las letras desafiadas en las cuales las circunstancias se reflejan o en la superficie pigmentada de una  acuarela impecable; y sucumbe, al menos por un largo momento, en un limbo del que sólo se renace tras transitar la dolorosa soledad orientada a nuevas búsquedas y a la aparición de otros gestores que la testimonien y la plasmen, conformando un tránsito ambivalente de emociones prolongadas en lágrimas de oro que despiden cada vez a quien tuvo la sensibilidad poco común de interpretarla, y dejar constancia gráfica o escrita de las vivencias y las circunstancias a través de las cuales se hizo realidad y piel visible de las luchas, los triunfos, las derrotas, y toda la gama diaria de vicisitudes y acontecimientos con los que la vida nos sorprende cada día.

Rossana escogió el camino del arte casi sin anunciarlo y desde muy pequeña, y con él, el difícil camino de las renuncias y las privaciones a la materialidad que en cada amanecer nos asedia y nos confronta, llevándola a soñar más bien en cómo atrapar sobre un lienzo en blanco los colores inconcebibles de la lluvia o la vibrante heterogeneidad de algún paisaje, antes que pensar en la malsana acumulación de las fortunas que corroen la inmortalidad del alma y siembran la codicia entre los corazones, impulsados entonces solamente a estimular la apetencia de sus garras y atropellar si fuere del caso a la decencia, con tal de acumular el despiadado brillo de las morrocotas o la abultada esclavitud de llevar cuentas. Y para sostenerse y proclamar su independencia de pajarillo cantor expuesto al vuelo, intentó el ordenamiento de sencillas iniciativas comerciales y de sanos acometimientos familiares, entre ellos atender a sus sobrinos, los hijos que no le dio la vida, en especial a los tres más pequeños de ese entonces, entre ellos mis propios hijos; intercalando estas imprescindibles actividades con su vocación innata de pintora, superada con el nutriente sol de cada día en la técnica exigente del dibujo y en la implementación de las texturas con las que se fue perfeccionando, hasta sentir la emoción de niña buena, despertada cuando alguna de sus ingenuas e iniciales cerámicas, o la validez de sus vitrales luminosos, o la abstracción o la visión directa de unos hechos captados en cualquiera de sus cuadros, precursores del óleo y el acrílico combinado con la lanigagrafía que llegó a dominar con experticia; le retribuían los ingresos que alcanzaban para acometer la siguiente aventura de otro cuadro, sin que la visión matemática de los presupuestos, los análisis de precios unitarios, y el cálculo exponencial del valor futuro incrementado por la rentabilidad, muy propia de los juicios contables y jurídicos, se hincaran del todo en su convencimiento o en la receptividad de la doctrina que buscaba complementariamente aleccionarla, porque estos conceptos administrativos y organizacionales no llegaban con prontitud al genuino nido de su alma, sino a través de un eco amortiguado que intentaba establecer el equilibrio entre la esmerada gratificación de las ganancias, y su dedicación de noches y días enteros, empleados para terminar las pinceladas de una obra en la que refugiaba la lenta rebeldía de sus angustias, dando paso a la paz interior que apaciguaba su ansiedad por abarcar cada instante de la vida, y desarrollar con ellos y a plenitud, las habilidades y condiciones con las que abría la trocha señalada por esta inquietante estancia entre la Tierra.

Y la tocó el desamor y las ausencias. Intentó con capacidad estoica mantener el hilo endeble de las comprensiones, que a la vuelta inesperada de la esquina apuñaló la rectitud de su constancia y traicionó el juramento de apoyarse en las buenas y en las malas, hasta desencadenar el precipicio de la ausencia por el  que se despeñan para siempre las ansias ilusionadas de la expectativa. Y quizá, la partida nunca deseada de la madre, convertida en el riel pertinaz de su conducta, pero a la vez en el follaje bajo el que podía confiar sus inquietudes, desató en su interior el germen que, en seguimiento a su actitud de no atacar ni depender de nadie para no causar escozores o molestias, atada a la directriz asimilada de ser siempre respetuosa con la integralidad del propio entorno, resolviendo los requerimientos cotidianos con las habilidades que van por cuenta propia, desplegando los esfuerzos y la iniciativa asidas a la fuerza intensificada de un velero; con esos argumentos cimentados desde la genética de los inicios; la semilla extraña de la enfermedad resolvió entonces volverse contra su propia naturaleza de gigante, limitada por la vicisitud de su carácter, y empezó a carcomerla lentamente con la constancia despiadada de una sádica, hasta llegar a la pista final en la que, ya sin contención ni freno, el síndrome de Crest empezó a minarle la alegría y su movilidad de inquieta serpentina, y sus ganas siempre listas a caminar la sagrada aventura desprendida de la virtuosidad de la  existencia, afianzando  sus deseos de pintar hasta el último momento, y su adulación a su admirada Frida, alma gemela en la capacidad de generar, aún desde las más limitantes circunstancias, una adolorida expresión artística: personaje universal de quien realizó su propia visión gráfica expuesta ahora en los muros de otras geografías; eso sí, sin dejar de soñar que mañana amanecería de nuevo y que su salud mejoraría, y que los tardíos esfuerzos de los médicos, aplicados ahora en proporción inversa a los inicios en los que a lo mejor la enfermedad podía controlarse de mejor manera; sin llegar a los extremos del  conocimiento y al misterio increíble de unos artefactos construidos bajo las últimas premisas de la tecnología, que sin ningún rubor igual facturan con cifras asombrosas la temporal prolongación de la agonía; esa lucha desigual con una esclerodermia que proseguía con la terca determinación de su capricho, se vio apoyada por extemporáneos esfuerzos combinados liderados por un ángel femenino vestido de neumóloga, que sustituyó al demonio titulado que haciéndole honor a su apellido, no sabía ni… siquiera compadecerse del dolor ajeno, que, según su expresión de negociante, en el consultorio particular si podría calmarse a cambio de unos denarios significativos que menguarían por un tiempo su angurrienta ambición de orca en combate. Esas atenciones que por mínimas alimentaban la esperanza de devolverle la entereza maltratada, le permitían a Rossana la quimera de empuñar de nuevo el refugio veloz de unos pinceles que la aguardaban en los espacios atiborrados de su laboratorio, junto a los demás elementos con los que pretendía consolidar una obra pictórica y artística que continuara navegando acuciosa y con la ardentía propia de una herida, por entre los pliegues fortalecidos de su alma y los ojos expectantes que admiraban en sus óleos toda la validez de la poesía.


Pero ya no hubo tiempo para más instancias. Se quedaron esperándola en su puesto, la inquietante inmovilidad de aquellos elementos planos, redondeados, angulares o abanicados con los que esparcía sus pinturas; los frascos especiales provistos de sus témperas y acrílicos y óleos y acuarelas y fibras especiales enhebradas en el sitio donde los dispuso su esperanza, junto a las lanas que tejidas por sus manos de criatura mágica, le darían vida a la perpetuidad de alguna obra. Se quedaron entonces para la posteridad de su recuerdo, sus paisajes propios de una perspectiva por la que navega la larga mansedumbre de un instante, o los reflejos de una paz eternizada que pareciera no alterarse nunca, ni estar sujeta al maremágnum de los acontecimientos donde se juntan las condiciones económicas con el fragor politizado de  las luchas que tanto cuestionan y dividen. Se vislumbró también la posición de sus ideas en permanente y continuo desarrollo, plasmadas en aquellas expresiones más abstractas, pobladas de figuras que emergen sinuosas a través de un colorido laberinto, anunciando unas puntas aceradas que podrían confundirse con las astas premonitorias de una estrella o con los punzones aguijoneantes de una lanza, y quedó para la encrucijada de los ojos la presentación de las elipses desaforadas de una órbita, en medio de visiones planetarias de las que emergen los astros complementarios de su iniciativa, transformada con el poder del arte en los atildados contornos de algún rostro que nos escruta y nos conmina a encontrar los remansos que aplacan a la mente y la gratitud por una creación infinita e insondable, de la que siempre fue su más ferviente admiradora y su más fervorosa y cálida creyente.

Pero ahora que la muerte cierra ese círculo vital en el que las actividades transitadas se analizan y evalúan, sea para obtener la calificación de los aplausos o para hacerse acreedores al señalamiento de los rumores compartidos, con los cuales se califica la vida individual de una persona; para el presente caso encontramos peculiares coincidencias e inexplicables e intempestivos antecedentes, que antes del suceso adolorido para todos sus cercanos familiares habían pasado desapercibidos, y que en la ilación de las circunstancias y los hechos experimentados sobre todo últimamente, adquieren ahora un especial significado al experimentar unas extrañas y sutiles vinculaciones, que parecieran transmitir un mensaje premonitorio sobre mucho de lo que sucedería después a lo largo de la vida; haciendo pensar que los lineamientos sobre lo ejecutado, en cumplimiento y persecución de su propósito, estaban previstos desde los primeros pasos intentados de manera inconsciente, o al menos proyectados desde los preámbulos del nacimiento mismo, como si se tratara de un anuncio admonitorio sobre lo que nuestra invaluable creadora de armoniosas y representativas imágenes pintadas y tejidas, desarrollaría en el transcurso de su vida -hasta los segundos finales de su hospitalizada existencia- y luego, en los efectos que su desaparición terrenal acarrearía, quizá sin pretenderlo o mejor sin anunciarlo, al recaer los efectos e interpretaciones de algunos sucesos, sobre aquellos que al continuar atados a los reflejos cotidianos de su entorno, dilucidábamos la explicación alebrestada de que su mágica presencia continuaba fortalecida y físicamente vigente de manera espiritual y transformada, dándole vida y trascendencia a sus acciones de hada bienhechora, acometidas en la condensada volatilidad de los recuerdos y en el surtidor intempestivo de las evocaciones. Las primeras conjeturas y elucubraciones parten del interrogante que pretende establecer el origen del nombre de nuestra pintora insigne, cuando a las puertas mismas de su cenizario, la prima Gabriela Santamaría, querida ella y cargando a sus espaldas la estela afectuosa en la que navegan los recuerdos del inmenso huerto casero de la casa de sus padres, en cuyos prados entibiados se reunía con frecuencia de metrónomo la agudeza incentivada de los primos, para desatar las prolongadas tardes sabatinas plagadas de guitarras y de cantos, con los que se prolongaba la inmensa tranquilidad de aquellos años; en medio de los verdores y cultivos luminosos de ese ornamentado ámbito protegido por su padre, según recuerda la parienta memoriosa agitando las aspas de mis propias y más lejanas evocaciones; allí, seguramente nuestra madre Chela, en compañía de Gloria, la prematuramente fallecida hermana de Gabriela, debieron debatir el nombre que equilibraría la balanza de aquel complementario con el que deberían bautizar a la novel criatura, traída, según la inocente convicción de los niños de entonces, en el pico invisible de una cigüeña proveniente de unas tierras sujetas a la desbordada imaginación en la se recreaba su existencia, para convertirse en la tercera y menor de las hermanas de la animosa familia Gómez Martínez, que, sin explicarnos ni sospechar cómo, venía en continuo y acelerado crecimiento; esto, a partir de que en uno de los dos platillos ya estaba designado el  patronímico  que para bautizarla había llamado la atención de Pepe, nuestro padre, y que según las nebulosas de la recordación, evocaba el posible argumento escuchado a papá en mi condición de hijo mayor, y en consecuencia su compañero y acompañante más cercano y permanente, por el cual tal escogencia se influenciaba con el nombre de una actriz italiana, seguramente de moda para aquellas épocas de enjundias y de aliento, que al despertar la admiración de papá retomaba aquel nombre de Rossana para la naciente y sonrosada vida, dejándole a mamá la responsabilidad de encontrar otro complementario que continuara la costumbre de escoger, entre los dos, uno cada uno, aquellos que nos identificarían para el resto emocionado de nuestros propios días. Mamá, que también poseía un alma de novelista inédita con la cual romantizaba todo aquello que tocaba, mientras clavaba la perpetuidad de su propia alma y sus enormes ojos marrones en el espejo plateado de la Luna, a la que admiraría todo el tiempo, debió conversar entonces con su sobrina Gloria, agitando la cabeza para discernir el nombre complementario al ya definido por su esposo, y casi con la seguridad de una explicación que trata de llamar la atención desde el fondo más recóndito de mi memoria nebulosa, creo haberle escuchado decir que si uno de los nombres estaba relacionado con una actriz de cine de muy creciente y válido prestigio, el otro debía ser inspirado por alguien de similares o parecidas características, para descubrir por estos lados del continente americano que desde México, donde lo hispánico instalaba su influencia en las aclamaciones de las ondas radiales y en el portento del reciente celuloide, el nombre de una actriz equiparable podía brindar el de Silvia, para conformar la dupla Silvia Rossana que conformaría la solución definitiva plasmada para siempre en el Registro Civil de nacimiento, pues además de sonoro y aplicado a la fórmula del bisílabo y trisílabo, uno tras de otro, que tal vez sin darse cuenta nuestros padres escogieron generalmente en los nombres de cada uno de sus hijos, para producir una agradable impresión auditiva; éste evocaba a dos actrices destacadas en el evolucionante panorama del mundo, con lo cual y de manera inconsciente se marcaba el destino de nuestra superada y colorida hermana, ahora con rumbo al país de los recuerdos y de las más sensibles añoranzas, para determinar su inclinación y posterior ejercicio profesional en el campo de las artes plásticas, que también la reconocerían como artista.




Enseguida y para ratificar las teorías, conjeturas, investigaciones científicas, suposiciones y cábalas que indican que no todo termina con la muerte, y que al menos durante un tiempo después de sentenciar este suceso, el fallecido puede adoptar variadas formas de energía para establecer unos contactos que determinan algún tipo de mensajes, sólo percibidos a través de los lazos del amor fraterno; en el caso de Rossana se generaron para esos instantes algunas anécdotas o situaciones especiales, o al menos que así podrían interpretarse bajo las leyes de una metafísica que aceptamos, pero que poco entendemos bajo el rigor intelectual de los razonamientos; como la experimentada por nuestra hermana Sandra, al acudir al clóset que en su cuarto  ocupaba la pintora; espacio entre otras cosas provisto de un orden meticuloso y por tanto de un rigor impresionante que no todos conocíamos, con el cual clasificaba cada cosa en su lugar, incluida su ropa y sus tesoros personales, sea a la derecha o a la izquierda, o debajo o encima de tal o cual cosa, o allí al frente o al fondo, o en el cajón de tal lado o del otro, según la descripción hecha particularmente a Sandra, su más asidua protectora de todos los tiempos, para que, a su pedido buscara algún elemento al que debía tenerse pronto acceso, conforme el índice exacto de sus indicaciones; entre los cuales bien pudo existir algún diario íntimo o quizá la validez de unas palabras que transcribieran las emociones y pensamientos de sus más representativas circunstancias, pero que ya jamás habremos de conocer, porque la hermana mayor se encargará de cumplir a rajatabla con la última voluntad de Silva Rossana, cuando sentenció que todas esas cosas personales eran solamente de ella, existentes para sus propios ojos, sin que nadie más debiera conocerlas, por lo que le pedía sin lugar a interpretaciones o al acertijo acomodado de las dudas que éstas fueran destruidas cuando llegara el momento de su final ausencia, entregándolas a las manos abrasivas de un hogareño pero eficiente fuego que dejara sin ninguna posibilidad el más ligero resquicio de existencia, por el que pudiera infiltrarse alguna fibrecilla inquieta de curiosidad o de memoria. Entonces allí, de frente a las puertas clausuradas del moderno armario y con la llave habitual colgada entre los repliegues reticulares de la cerradura, Sandra realizó esa noche ingentes esfuerzos por abrirlas para extraer los vestidos y prendas de urgencia con que habrían de vestir a la recién difunta, para encontrarse con que la llave no operaba a ningún lado, encaprichada en redoblar los esfuerzos  por mantener la terquedad de la clausura, lo que obligó a Sandra y a su esposo Javier a intentar la operación con otras llaves, suponiendo que la original se había trastocado pese a la certidumbre de que nadie había tocado nada y todo permanecía en su habitual y permanente sitio, lo que llevó incluso a utilizar algún tipo de herramienta que contribuyera a abrir la cerradura para dar respuesta a la prisa apoderada de todos los intentos con los que se buscaba la aceleración de la apertura, recurriendo también a una y otra llave traída desde los cajones de almacenamiento ubicados en el primer piso al fondo, en razón  a la prudencia que Javier ha establecido durante todo el tiempo, sin que tampoco lograran el cabal funcionamiento; lo que indujo a la sutil corazonada de que una fuerza superior e inexplicable controlaba el esperado movimiento, ante lo cual, de manera afectuosa y espontánea, pero más como una invocación de ayuda que de todas formas descartaba la idea de suponer o imaginar siquiera la existencia  de algo extraordinario, en lo cual la hermana fallecida estuviera involucrada; de labios de Sandra emergió una frase que no conllevaba el vínculo de las imposiciones sino más bien el de la súplica, ante la imperiosa necesidad de extraer los urgentes elementos que le permitieran trasladarse de nuevo al hospital en el menor tiempo posible, donde la realidad aún conservaba la obligada aceleración de su impaciencia y los afanes de la tramitología ejercían su presión, para cumplir, como debe ser, con el lleno de los formularios y los requisitos de los que se alimenta la inclemente burocracia y toda la frialdad de las rutinarias estadísticas.


Rossanita, por favor: _ imploró Sandra como último recurso: - Déjame abrir la puerta que es para llevar tus cosas _ continuó diciendo, mientras emprendía un segundo después el giro de la última llave conseguida, guardada por años en el cajón inferior de los almacenamientos, sin haber sido utilizada nunca antes en las operaciones relacionadas con ese determinado clóset, para observar ahora, en medio del estupor y del asombro, que la cerradura obedecía sin reparos, que las puertas se abrían sin dificultad alguna como si nada hubiera sucedido, y que era posible desarrollar el cometido sin mayores esfuerzos ni meditaciones inmediatas; pero comprobando minutos después que la llave salvadora, por más esfuerzos intentados luego, ya no volvería a funcionar nunca, como tampoco ninguna otra de las dispuestas en la ansiedad dubitativa de las manos, como si Rossana estuviera recordando su habitual comportamiento de mantener total privacidad en sus cajones y en los espacios donde ubicaba su ropa y sus demás pertenencias privadas y recónditas, recordando la advertencia hecha a su hermana de que sólo ella podía romper el círculo de su privacidad y de sus intimidades, y que no se olvidara de extinguir los elementos o cualquier correspondencia que por considerarla demasiado personal, no debía trascender ni siquiera a la esfera del conocimiento de sus demás hermanos, y menos a la curiosidad, a veces malsana y dañina, de quienes, ajenos a la más cercana familiaridad o a la amistad permanente y verdadera, tan reducida y al mismo tiempo tan sensible, hubieran querido conocerlas y violar con intención, el deber sin evasivas de desaparecerlas en la purificadora reducción de las cenizas. Los días posteriores al de su partida tendrían igualmente una relevancia de calidad inusitada, en particular para la familia más cercana, cuando ésta fue sorprendida con la convocatoria a un homenaje que, tal vez por inusual e inesperado, adquirió un significado de valor incalculable, al enterar a todos los presentes, multiplicados como un eco en el resonante universo de las redes sociales, de la valía que Rossana había representado para el sector regional de las artes plásticas, y su figuración sencilla y silenciosa en otras regiones y geografías del mundo; juntando además a  esa actividad el nombre exaltado de nuestra comarca, pero de manera adicional y muy especialmente, demostrando la gratitud y los afectos que su vida integral y completa había generado entre sus colegas y en los admiradores del arte pictórico, en especial en el grupo extendido de quienes se consideraban sus amigos y simpatizantes, explayados aquella noche en elogios y en el reconocimiento interpretativo de lo que Rossana quiso expresar con la habilidad acrecentada de sus manos, en relación con el análisis interior y personalizado de los momentos reflejados en los cuadros que plasmaban su sensibilidad y su mágica visión de las vivencias.

Entonces resultó muy significativo y elocuente, testimoniar cómo esa figura menudita y desapercibida, que tranquilamente podía pasar sin ninguna atención por en medio de la calle, sin levantar curiosidad sobre las calidades de su técnica y sobre la grandeza del espíritu que la animaba; en ese evento presidido por el Director de la Casa de la Cultura de Nariño y por el gestor de la Muestra de Artes Plásticas Taminango, cuya trayectoria alcanza por lo menos una década de difusión artística; allí, Rossana, con palabras llenas de poesía y notas de estilo emanadas de las autoridades competentes, fue exaltada a la categoría de Maestra, reconociendo en ella no solamente el perfeccionamiento de su método y el atildado contoneo de sus dibujos, domados en la ascendente escalera de la experiencia por la que circularon los años de dedicación y estudio; sino también, denotando su participación en varias exposiciones que engalanaron los salones de arte regados en diversas geografías y latitudes, e igualmente, su declaratoria como Artista Patrimonio de América, en conmemoración de su Bicentenario, al ser escogida como participante en una muestra itinerante y vitalicia que recorrerá el mundo desde el epicentro generado en la ciudad de Lima, donde se empiezan a exhibir en un museo de ensueño las obras seleccionadas y las demás manifestaciones artísticas y culturales que deberán desplazarse constantemente por regiones y capitales de una orbital y extensa geografía, para que cobre vida la historia de las naciones americanas a lo largo de estos doscientos años de su inicial y dinamizada independencia, que aún brega por consolidar su autonomía y su libertad económica, social  y financiera, y su desarrollo integral y humanista, con el que por fin, algún día se posicione en la armoniosa globalización de la totalidad de continentes y naciones. Algunos de nosotros conocíamos de oídas que Rossana estaba empeñada en un cuadro que no lograba terminar, porque sus limitaciones físicas derivadas de la enfermedad impedían la destreza de sus manos, pero sobre todo, porque menguaban el ánimo requerido para aplicase a tal empeño, con la presión adicional de que dicha pintura ya había sido adquirida con la sola visión de sus delineamientos iniciales, de los cuales, sin pensarlo dos veces, su final y constante propietaria se enamoró a primera vista, esperando con paciencia que la artista pudiera culminarla, mientras disputaba amable y graciosamente en su momento dicha adquisición con otras ofertas en ascenso, descartadas por Rossana en virtud al compromiso de palabra que debía honrar y que ya había adquirido, sin que las actividades y desafíos cotidianos de cada uno de nosotros, permitieran, al menos en mi caso, estar al tanto de la evolución de este particular emprendimiento, hasta cuando muchas semanas después vinimos a saber que superando la fatiga y el dolor al que la sometían sus propias flaquezas y debilidades, pero demostrando una fortaleza de guerrera samurái a quien las circunstancias y factores externos no podrían derrotar nunca; Rossana se levantó hasta el carismático refugio de su estudio y terminó la obra satisfactoriamente, rendida enseguida por el enorme esfuerzo que esta labor representaba, con el condimento adicional de que la pintura, colocada ya sobre el marco respectivo y sin nada más que agregarle, quedó en manos autorizadas y amistosas para exhibirla en la exposición denominada Taminango, que a fuerza de persistencia y calidad ha alcanzado gran renombre  en nuestro medio, a la que la artista era siempre invitada pero a la que ya no pudo asistir, porque sus ahogos e inmovilidades sólo le permitían viajar mentalmente hasta el salón donde exhibían las pinturas, entre ellas ésta que habría de convertirse en la última realizada y en la expresión final de sus dotes de pintora, antes de suspender del todo cualquier intención de retomar las paletas y pinceles, y los elementos con los que acometía la delicada cirugía de sus bordados; aunque su espíritu y su cuerpo mismo seguían luchando y manteniendo los deseos por recuperarse y por alimentar las perspectivas que su creatividad y sus sueños continuaban entregando al vuelo, en seguimiento a los embates de la imaginación y al llamado que le hacían desde otras lejanas latitudes, para cumplir con el mágico milagro de su visita y de una larga y provechosa estadía, que mostrara la valía de sus obras por las tierras de Renoir y de Picasso, o de Norah Borges, la pintora, adonde por imposibilidad física y por su partida irretornable ya no podrá arribar nunca. Unos cuantos meses atrás, afectada ya por aquella enfermedad melindrosa e implacable que la fue carcomiendo desde adentro, Roxana, la artista, había acometido el desafío de un autorretrato al que se entregó con toda la entereza, para dar como resultado su rostro juvenil adueñado de una amplia e ilusionada sonrisa de cartel, difuminada entre una docena de singulares mariposas que alzaban el vuelo desde la evolución de su propia naturaleza iluminada, hasta concentrar el bello despliegue de sus cuerpos en otro de estos originales insectos, aunque de un tamaño mayor, entreverado con el rostro espontáneo de la autora; para dar cuenta de la metamorfosis mancomunada por medio de la cual, y a similitud del enorme y colorido insecto capturado en el centro de la escena, Roxana, de manera similar y esforzada, intentaba transformarse en un ser que, de vuelta a sus raíces, a su formación y a las alegrías inocentes de sus primeros años, buscaba en el afianzamiento de su espiritualidad los valores más sublimes en los cuales enfocar la realización de su individualidad y la mejorada renovación de su carácter, con lo que buscaba apaciguar las emociones más indómitas y la innata rebeldía asignada a su propia naturaleza cuestionante, atravesada hasta entonces por las influencias, las alegrías, los dolores, los logros, la magnitud de las ausencias, y en fin, por todas esas circunstancias personales que marcan el derrotero por donde cada día avanza la existencia de cualquier persona. 


Ahora, cuando en medio del programa de homenaje vengo a saber que el último cuadro acometido por Rossana, conjuntamente con todos los trabajos de la exposición adelantada en la Muestra Taminango, se trasladaron a la acogedora comodidad de los salones que añejamente constituyen la Casa de la Cultura de Nariño, y que ese final esfuerzo de la artista inicia el recorrido de la totalidad de trabajos expuestos, ubicándose en el rellano del segundo piso, en donde desembocan las ornamentadas escaleras de madera que brindan su toque colonial a los tapiales luminosos del ancestral claustro; allí, ante la irrupción intempestiva de sus delineadas perspectivas, de las que antes, en lo personal, yo no tenía ningún conocimiento; en ese mismo instante de extasiada contemplación de las figuras afloradas a la vista para buscar el camino individual de las múltiples interpretaciones; ante mis ojos humedecidos por la espontánea emoción no contenida, ni con la fuerza de la voluntad templada al fuego, ni con la de una adecuada compostura; cobraron sentido las narraciones de las Sandras familiares, la hermana y la cuñada, compañía singular en los últimos momentos de la artista, cuando nos comentaron, cada una en su personal estilo, que en ese lecho de la triste despedida, vencida ya en la cama de hospital en la que terminaba finalmente su aferramiento a los postreros bejucos de la vida; por un momento la mirada de Rossana se perdió en algún punto lejano que sólo ella observaba, que su rostro se fue dulcificando como si de un momento a otro le llegara una oleada de descanso deferente…, pero los más llamativo de todo, que sus manos y sus dedos, debilitados ya por la falta de circulación y de nutrientes, empezaron a agitarse en un movimiento de armoniosas alas que surcaban el espacio en actitud de ascenso, despejando a intervalos la posibilidad de algún obstáculo que interrumpiera el rumbo metafísico de su invisible recorrido, hasta cuando ese movimiento se detuvo a la llegada de la médica que realizaría el seguimiento a todos los signos vitales, para que, segundos después, al auscultar el pecho de movimientos cada vez más apaciguados, definiera en un momento que aquella escrutadora de colores y de imágenes se había dormido para siempre, permitiendo  que el descanso arropara su anterior fatiga y toda la ansiedad de sus dolores, y que su alma enaltecida se marchara con dulzura al encuentro permanente del pedestal de amor, en el que la colocaría para siempre la memoria individual y colectiva. 


Fue en ese instante de la visualización del cuadro que su enigma cobró vida ante mis ojos, arrancando de las profundidades de mi mente las interpretaciones que buscaban adentrarse en la motivación y en los orígenes de tan sugerente y significativa obra, en cuya base se distinguía el olaje suavizado de algún lago surcado en una ligera canoa por la figura emblemática de una ignota navegante, encasillada entre una vegetación indescifrable y los totorales apretujados del frente, que solitarios y sombríos constituían el ambiente de una tarde inicialmente embrumada, pero que ostentaba una característica especial: y es que mientras la figura marinera atraviesa el embate suavizado de las olas, de ella se eleva el manantial de unas hermosas y coloridas mariposas, dirigidas hacia un cielo que refleja el resplandor de una alborada cada vez más fulgurante y majestuosa, a medida que la vista asciende y se concentra en un vértice que, con seguridad, intuye al astro o al ser, más bien, del que emana tanta luminosidad tranquilizante, a la que aquellas perfeccionadas candelillas parecieran buscar como destino final de toda una vida de esperanzada y escrutadora transformación, y de la evolucionada y cabal metamorfosis que desde el fondo de la Tierra habían vivido. Entonces comprendí que la pintura de ese cuadro era premonitoria: que Rossana, llevando la vocería de cualquier ser humano que enfrenta las complejidades de la vida, había reflejado su existencia misma en la perfección de aquel óleo autobiográfico, convirtiéndose en la solitaria navegante encargada de atravesar las neblinas poderosas de la senda, para que, a través de su propia evolución y de la transformación emancipada de su conducta particular y su carácter, buscara en la inmensidad de las alturas la luz que le trajera su propia paz interior, la respuesta a todas sus inquietudes e interrogantes permanentes, el perdón individual e íntimo a los sentimientos de culpabilidad que sus vacíos pudieran haberle generado a lo largo de la vida, y la tranquilidad de haber luchado por sus sueños, por el desarrollo elocuente de sus habilidades, por el cumplimiento de sus compromisos personales y colectivos, y por la meta de un final en el que cabe el dignificado pedestal de los honores y el reconocimiento proveniente de iniciativas ajenas, que ahora dan valor y representatividad a una vida y a un trabajo que sin atropellar a nadie, no pasó nunca sobre el dolor de los vencidos ni sobre el tejido ampuloso de las trampas para ser reconocida y exaltada por múltiples voces externas que reconocieron la potencialidad de su camino, derivando en aquellos homenajes que, estoy seguro, ni ella misma esperaba, desde las fortalezas en las que asentaba su consciente anonimato y desde la cotidiana sencillez de su figura. 
Entonces, era posible que Rossana, en su meditación sobre la realidad vivida, se hubiera adelantado a pintar lo que serían sus últimos momentos; o si esto no fue así, lo más posible es que cuando estas instancias le llegaron, seguramente evocó las configuraciones de éste, el último de sus cuadros esforzados, y agitó sus dedos debilitados realizando el movimiento observado por sus postreras y leales acompañantes, y ella misma se convirtió finalmente en aquel vuelo transparentado por los reflejos de la luz, capturada en su pintura con una realidad escalofriante, por la que ascendía la majestuosidad de esos insectos que la convertían en aquella mariposa que acudía al llamado de los seres celestiales y amorosos que ya la aguardaban sin prevenciones ni reproches, encabezados por Pepe y por Chela nuestros padres, y por José Luis, nuestro  hermano que también salió a encontrarla, y sintió entonces que la soledad se disipaba, que existía al final de todo el verdadero gozo y la alegría, y que la crudeza irreparable de la muerte era trastocada por la dicha y el aplauso de ocasión con que una muchedumbre la acogía, en seguimiento a la directriz imperturbable de sus constelaciones, que su ingenuo desconocimiento al respecto no alcanzó a dimensionar del todo, pero que estaban constituidas por los seres celestiales, estela de cometa conformada por su familia y por toda la calidez de sus ancestros, quienes ahora la recibían en un cielo dorado, donde el amor y la tranquilidad permanecerían para siempre, devolviendo esa sonrisa plena y segura de su primer cuadro autobiográfico que acentuaba las calidades de su esencia, una fiesta permanente a la que su alma de niña candorosa había arribado para permanecer en ella y ya no retroceder nunca. Pero Rossana quiso dar una prueba más de que aún tras su fallecimiento, podría seguir presente no sólo en las posibilidades del recuerdo o en la animada evocación de nuestros corazones; si no que además, tal como las mariposas de sus cuadros, que desde su limitada condición de orugas se transforman en crisálidas hasta adquirir la belleza de la evolución enarbolada, ella misma se convirtió en uno de esos lepidópteros para aparecer ante los ojos de Diego Mauricio, nuestro hermano, el único con una capacidad extrasensorial demostrada para captar  mensajes que no caben dentro de la razón y de la lógica, pero que con la acrecentada aptitud fortalecida por los afectos y los nexos filiales con que se marca la posición de nuestras vidas, concluyó que era posible darles una presencialidad y un sentido más real y directo, sobre todo por la importancia que adquieren esos singulares acontecimientos, cuando intentan probar que pueden tener nexos con la realidad, constituyendo un mensaje verdadero que sólo la conexión con los afectos pueden interpretar como un saludo, un parte de tranquilidad, una renovación de la unidad y de los más nobles sentimientos, y una voz de estímulo para que quienes continuamos trajinando en la existencia, podamos seguir adelante con toda contundencia y compromiso.


Diego, había salido en su vehículo a realizar unas gestiones personales, desplazándose hacia el polo opuesto  al de su lugar de residencia, para descubrir en el trayecto que una suave y recreada mariposa se había posado en el parabrisas de su camioneta, sin hacer ningún esfuerzo por marcharse, pese a la vibración y al movimiento, acompañando el recorrido de ida y vuelta sin huir del lugar de ubicación o sin que mi hermano la ahuyentara, para seguir descubriendo en la siguiente gestión realizada en el vehículo, que horas más tarde la mariposa había cambiado de lugar, pero continuaba adherida con firmeza a la superficie lisa y transparente del oblicuo y panorámico parabrisas, acompañando un nuevo recorrido al que se juntó Mónica Patricia, la segunda hermana, Juan Diego, su hijo, y José Luis, su sobrino, el gigante hijo de Mónica, testigos asombrados del acontecimiento que ya alcanzaba por lo menos los ribetes de una significativa coincidencia, si se tenía en cuenta que ese curioso animalillo era  el instrumento de expresión artística que Rossana había empleado en varios de sus cuadros, en especial en los dos últimos en los que se retrataba a sí misma, por lo que decidieron buscar a Alejandro, el menor de los hermanos, para contarle lo que estaba sucediendo, sin que hasta esos momentos la mariposa se inmutara, viajando cómodamente en el rincón donde había fijado su estadía; para comprobar finalmente que, cuando Diego y Mónica, emocionados le hicieron señas a Alejandro para que se acercara a comprobar las  interpretaciones de tan significativa concurrencia, sólo entonces y tras la reunión del grupo, la dócil lamparilla se desprendió del apego natural al que estaba adherida, y levantó la despedida de su vuelo con rumbo hacia lo desconocido, dejando a todos la convicción de que Roxana todavía estaba presente a través de ese hermoso ejemplar que la había representado en lo más íntimo de su expresión artística, y que con esa inquietante aparición, al menos a través de su enviada especial en plan de interpretación de algún mensaje, manifestaba su cercanía afectiva y concluyente respecto a la unión que siempre hemos mantenido los hermanos, y su deseo de convertirse en otra embajadora de nuestras peticiones en el reino encantado de los cielos, decretando con su alzada la despedida final que anunciaba su vinculación al devenir del viento, al que gozosa se entregaba para ya no regresar nunca.

Y en eso estábamos pensando cuando decidimos ocupar de la mejor manera algunos de los ramos de exuberantes flores que acompañaron la velación del cuerpo de la artista; con lo cual, la familia entera resolvió visitar la tumba donde reposan desde hace varias décadas los restos de José Luis, nuestro hermano fallecido en un trágico e indeseable accidente de tránsito, ocurrido cuando acometíamos unos trabajos constructivos entre las veredas más profundas del enorme Rio Patía, por allá en el noroccidente nariñense; lo que determinó que Diego Mauricio cargara en el baúl de su camioneta dos o tres de esas ofrendas, y que unido a Betty, su esposa, y a Juan Diego, el hijo, quien como estudiante de medicina había orientado algunas inquietudes que en su tratamiento le formulaba su tía Silvia Rossana; todos ellos resolvieran dirigirse con relativa prisa a los jardines vistosos y apacibles en los que ahora se han convertido los antiguos cementerios, lugar en el que nos encontraríamos todos para hacer una oración y dejar esos arreglos con los que le diríamos a José Luis que RoXana, la pintora, la ceramista de figuras con las que fue consolidando la perfección de sus dibujos, ya estaba compartiendo el atrio acelerado de su encuentro; que él permanecía siempre vigente en nuestros afectos y en el pensamiento; que a veces intentábamos imaginarlo y recrear la posible vida que hubiera llevado en este mundo, de poder arribar a los más de 60 años que ahora con afán tuviera; y que la hermandad entre los Gómez Martínez continuaba manteniendo los afectos que nuestros padres nos habían inculcado, transmitiéndolos a los descendientes que desde ahora alimentan con su comunicación grupal, el deseo de tratarse animosamente como verdaderos primos. En tanto ubicaba el lugar que con la placa de granito identificaría con certeza los datos del ausente, Diego y su hijo, que habían trasladado los ramos desde la camioneta a la pequeña pendiente del final destino, resolvieron ubicarlos en el prado hasta cuando la evidencia indicó unos metros más abajo el nombre que los estaba convocando, tras lo cual, el oferente pidió a su esposa y a su hijo que acercaran las ofrendas coloridas, para no ascender de nuevo a portar la que él había tomado desde su puesto en la camioneta unos minutos antes, con la circunstancia de que al descender hasta el punto del encuentro y cuando Betty depositó en el piso el ramo que Diego había llevado entre sus manos y que dejó unos metros más arriba en tanto realizaba la búsqueda aludida, se dio cuenta de la existencia de una bolsa pegada a la base del arreglo floral, lo que arrancó la pregunta a su esposo sobre la razón por la cual había traído ese elemento, sin siquiera saber hasta ese instante cual era su contenido; para determinar por la respuesta que en ningún momento Diego había tenido conciencia de haber descendido del baúl de su vehículo aquel paquete misterioso, en el que  descubrieron, al abrirlo, que se trataba de una blusa y un pantalón que le pertenecían nada menos que a Rossana, y que seguramente habían colocado en la cajuela varias semanas antes con la intención de devolverlos, cuando fueran a su casa a visitarla, en razón a algún olvido de la artista de esas prendas en un mueble del apartamento de los Gómez Silva; situación que resultó de tamaña sorpresa y de gran significado, pues todos concluyeron que de alguna manera Rossana quería estar presente en la visita familiar hecha a su hermano, y que aquella renovada coincidencia de tener esos elementos de su ropa en un momento tan determinante, permitía que fueran colocados sobre la superficie de la tumba alrededor de la cual nos habíamos sentado todos para desarrollar nuestra particular tertulia,  expresándole a José Luis que ahí estábamos todos sus hermanos, y que de alguna manera, y como siempre sucedía, Rossana no quería quedar por fuera de tan significativo evento, a través del cual manifestaba de manera singular que ella también quería hacer presencia, para honrarlo y presentarle su saludo.



Alguna vez, mi hermana, la pintora, la artista silenciosa que luchaba modestamente por trascender los linderos de su patria chica, y llevar así hacia otros aires y otras órbitas los productos coloridos emergidos de sus manos, me pidió, casi en  susurro y con una sonrisa  de sincera timidez dibujada en la amabilidad del rostro, que escribiera algo sobre ella y su relación con lo que pintaba y tejía cuidadosamente, a fin de darlo conocer en alguna esquela o en algún plegable de difusión direccionada, que recogiera conceptos u opiniones sobre aquello en lo que trabajaba; ante lo cual, mi respuesta fue que para poder hacerlo con un mínimo grado de confiabilidad y de conocimiento encaminado a lograr el objetivo, deberíamos reunirnos personalmente para conversar sobre sus sueños, sobre las motivaciones que la llevaban a pintar tal o cual aspecto, sobre las técnicas y secretos profesionales empleados en el desarrollo de su actividad, y especialmente,  sobre las circunstancias y detalles acerca de la forma y manera como acometía cada uno de sus trabajos; o de pronto, si así lo consideraba conveniente, enviarme al menos un esbozo preliminar en el que recogiera este tipo de inquietudes que pudieran orientarme en la elaboración escrita del propósito de vida que de años atrás ella se había impuesto, con lo cual yo podría tener un mayor conocimiento para lograr juntar en un cáliz elevado nuestras propias sensibilidades frente al arte, pero también, algo de los secretos compartidos que pudieran entrelazar el sentimiento de las almas en dos círculos comunes, que conjugaran nuestras particulares expresiones personales: ella, desde la motivación de la pintura, ejercida satisfactoriamente con la capacidad evolucionada que le otorgaba su conocimiento y los emprendimientos propios de su ahínco, y yo, desde mis escarceos inconclusos con la literatura, en los que transcurre el acoso verbal que naturalmente me invade cada día; esto, a fin de conciliar esa visión solicitada que recrearía los arpegios enaltecidos de su obra, llevándolos a unas letras que correspondieran de la mejor forma a la expresividad que Roxana planteaba desde su pensamiento y su modalidad artística, por la que daba cuenta de lo que le significaba la existencia y la evolución de las circunstancias en las que había vivido, o al menos, sobre la manera como capturaba bajo las derivadas de un pincel y una paleta de colores, enhebrados también en la punta virtuosa de una aguja; los instantes existenciales llevados a la validez hermosa y artística de cada una de sus pinturas y sus cuadros. Pero esa conversación, dilatada en el devenir del tiempo, no se produjo como una cita acordada que obtuviera de un solo jalón los fundamentos que conllevaran al escrito encapsulado en la agenda despreocupada de los tiempos, sino que devino de la diáspora de charlas esporádicas realizadas sin premeditación ni libreto estipulado, a lo largo de varios encuentros fortuitos que nos fueron acercando mutuamente a un mayor o mejor entendimiento, o digamos tal vez, conocimiento de cada una de nuestras posiciones ideológicas o de comportamiento cotidiano, y al examen detallado que luego, por  cuenta propia, emprendí sobre varios de sus cuadros a los que tuve acceso, además  de escuchar los testimonios espontáneos de muchos de quienes la conocieron, expresados alrededor de su vida y su trabajo, pero sobre todo, al conocer de cerca la lucha denodada que libró la artista para enfrentar una enfermedad que ya le había determinado su destino, pese al optimismo que ella albergaba para derrotarla de mano de su actitud siempre entusiasta y de los esfuerzos de la ciencia médica, algunos no tan gratos ni comprometidos; lo que permitió integrar una visión más detallada alrededor de la persona detrás de la cual estaba la animada pintora de todas las horas, de forma que yo pudiera decantar un perfil más completo, contenido apenas hoy en estas palabras que resaltan la figura de Roxana, y que, a diferencia de su arte, el mío se extiende tal vez en demasía para describir con la articulación de unas palabras, lo que ella, original y única en el contexto diversificado de nuestra familia, bien podría condensar con lujo de detalles en la expresión artística de las concretas pinceladas de un dibujo. Los que no sabíamos, ni ella ni yo, es que tendríamos que esperar a que la artista levantara su vuelo definitivamente, para entender el alcance de sus verdaderas dimensiones, y lograr redondear finalmente las perspectivas que permitieran conocer con más detalle su vida y los embates enarbolados de su obra, de forma que sólo hoy, puedo plasmar en estas letras todo el sentimiento que en mi cubículo privado me embarga y cuyas vivencias me sensibilizan, desbordando la capacidad almacenada en el dique fraterno de las emociones que intentan acercarse apenas al esbozo literario de su perfil de artista, que seguramente, desde los espacios en los que ahora habita su espíritu, ella leerá o escuchará con atención y con meticuloso pensamiento crítico, quizá frunciendo el ceño al rechazar algunas frases u opiniones que tal vez no sean de su completo agrado, pero que sólo pretenden halagarla y exaltarla desde el amor permanente de hermano, al expresar conjuntamente una sentida opinión desde la perspectiva de un declarado admirador de sus obras de arte; creyendo, eso si, esperanzado y optimista, que quizás, tal vez, podría ser, allá en el cielo donde Rossana está sentada en el trono personal de sus realizaciones, se vea representada en estas palabras y letras desordenadas y amistosas, que con humildad y casi pidiendo perdón, me pidió con intención inalterada en la tarde iluminada de aquel día.

Terminada la exposición en la Casa de la Cultura de Nariño, todos los cuadros fueron devueltos a sus autores, o a quienes de una u otra forma los habían adquirido, o a los responsables finales de su particular tenencia; para lo cual, el de Rossana fue envuelto en un grueso papel de protección con el que sería entregado a las manos acuciosas de las Sandras familiares, de forma que pudiera ser trasladado al mural de su ultimo y permanente destino, donde lo ampararía con la fuerza de un altar, la armonía del hogar que desde ahora en adelante lo adopta con devoción y lo protege. Pero para evitar que por cualquier equivocación se transmutara al final de las entregas, ahí, frente a la guardiana autorizada del recinto que con recelo y propiedad vigila con la protección reglamentaria de su arma que nada indebido suceda al interior de la casona; entre todas resolvieron abrir un pequeño boquete en la envoltura para comprobar la certeza de la recepción, escuchándole decir entonces a la recia e inflexible uniformada, una expresión que resume el mensaje de lo que Rossana quiso manifestar e hizo con aquella pintura indeformable:

Ay qué lindo: Es el cuadro de las mariposas!- exclamó la señora, desfallecida ante la presencia del perfecto poliedro de colores. -En este lugar el ambiente es muy pesado- continuó expresando,  refiriéndose tal vez a que en horas avanzadas de la noche, ella misma y sus demás compañeros de guardia deben confrontar a los espíritus de tantas manifestaciones allí reunidas a lo largo de varias generaciones; las que al parecer, deambulan inquietantes por entre aquellos salones y corredores para entonces desolados, argumentando los diferentes significados de lo que representan las ausencias, e incluso, la carga emocional de las manifestaciones conque el arte expresa las problemáticas existenciales y los dolores y agitaciones sociales condensadas muchas veces en el valor intrínseco de los cuadros que se exhiben, recogiendo en otras la insensatez y beligerancia con la que algunos asistentes manifiestan su posición ante los permanentes avatares de la vida, mientras dejan impregnada su energía, cualquiera que ella sea, en los espacios entregados a los tejidos del silencio en el que se sumerge la mansión, hecha museo y teatro al mismo tiempo, de acciones y eventos culturales que reflejan todo lo que sucede de puertas para afuera, incluidos los vacíos y las angustias de una sociedad que cumple el ciclo existencial en el que pretende enrumbarse, siguiendo la dirección que indican sus cambiantes y diversificadas decisiones. Entonces fue cuando la enérgica y convencida vigilante, concluyó sus comentarios con esta frase lapidaria:

Pero cuando yo acometía mi ronda y encontraba a primera vista la presencia de este cuadro,  el de las mariposas como todos resolvimos identificarlo, me invadía una sensación de paz, de tranquilidad y de  sosiego: una calma y un mensaje de afecto y esperanza que  antes jamás había sentido…

Con declaraciones de esta naturaleza, cómo entonces no pensar que existe una proyección que va más allá de cualquier comprensión temporal o momentánea de esa obra, generando una inmensa gratitud y admiración tanto de parte de los seguidores de la expresión pictórica como de nuestra misma familia hacia ellos, en relación con las manifestaciones positivas conque todos han retribuido las acciones laborales y vivenciales de Roxana, al hacer pensar que de todo esto se deriva el legado más diciente de nuestra recordada y apreciada hermana artista: aquel condensado en su entereza; en su capacidad de lucha y en su admirable y persistente resistencia; en su amor y entrega por la vida y por el curso de sus actividades, labradas con la paciencia de sus hilos y la constante laboriosidad de sus bordados; en su fortalecimiento de la fe, que le hizo perder el miedo a la incertidumbre de la muerte, y soportar el dolor con la asombrosa fortaleza de una luchadora; en la capacidad de entender este paso por la temporalidad de la existencia, cuando se encuentra la validez de su propósito encaminado con humildad y consistencia al servicio que beneficia a otros, con el despliegue cotidiano de las ejecutorias en las que prima el valor de la justicia, de la honestidad, de la excelencia, y del amor con el que se asume cada puntada de la vida, cuyos frutos, derivados de las habilidades con las que Dios nos ha dotado y que pulimos y desarrollamos, tienen toda la validez y relevancia si se fundamentan en lo que compagina con la luz de los valores y principios que descienden desde las alturas, y reafirman las creencias que permiten trascender los acosos inescrutables de la vida y el asalto ineludible de la misma muerte, en tanto podemos servir y resultar útiles a todo lo que significa nuestro entorno, a la familia y a nosotros mismos, sin el atropello egoísta y codicioso que pasa por encima de quien sea con tal de obtener la prontitud de unas riquezas que sólo alimentan la vanidad de los sentidos, sin nutrir el fortalecimiento del espíritu que finalmente es cuanto habrá de trascendernos, si ascendemos con alegría y entusiasmo a la cima encumbrada de nuestros propios desafíos, aplicado el pulso insobornable y  un adecuado y firme convencimiento, a la disyuntiva de la decisión con la que habremos de tomar el camino que marque la salida y la meta vislumbrada de nuestro destino. 


El día en que se cumplen dos meses exactos de su final partida, la tarjeta virtual que recoge su figura de sonrisa alegre y gesto elocuente de espontaneidad sin límite, hace la invitación a la iglesia donde reposan para siempre sus cenizas, a fin de celebrar una misa conmemorativa, conforme la fe y la costumbre generalizada de la familia cercana, pese a algunas diferencias, más de forma que de fondo, en cuanto a las concepciones espirituales y religiosas que todos y cada uno de nosotros mantenemos o practicamos en el cambiante devenir de la existencia, iniciativa que da continuidad a la dedicación de Sandra hermana y de Diego Mauricio, el ingeniero y atildado vulcanólogo, a fin de ocuparse de este tipo de ceremonias y detalles que solventan mi falta de tiempo para liderar los pormenores de tal convocatoria, sometido como estoy a tantas funciones que no han podido delegarse por falta de ubicación y de escogencia de personas adecuadas y eficientes, y por esa inclinación polímata y diversa descubierta con certidumbre no hace mucho, que me obliga e induce a desarrollar todas las actividades que las necesidades de una empresa en crecimiento y de un proyecto constructivo obligan y establecen, además de los acometimientos literarios o musicales que inducen a estrujar las disponibilidades del horario para volverlo provechoso y útil en cada segundo transcurrido, con el afán de acometerlo sin descanso y de la manera más eficiente y productiva, retando incluso las capacidades y la resistencia que limita la potencialidad  del mismo cuerpo. Entonces, un mensaje significativo entra al WhatsApp de mi portátil en permanente y desplegado uso, preciso cuando examino esa aplicación en busca de un archivo y un mensaje que estoy esperando de hace rato, por el cual me enteraré de cifras y conceptos sobre la construcción que avanza con las velas desplegadas y el hambre permanente de materias primas y demás requerimientos de su obligatoriedad en necesario avance; palabras emitidas por un número extraño e inicialmente no grabado que trae el llamado de atención de una frase precisa y contundente:

Necesito comunicarme con un familiar de la Maestra Roxana- dice el aviso al que respondo identificándome como el mayor de sus hermanos, para derivar en unas letras que informan sobre la existencia de una persona que hace años adquirió uno de sus cuadros y quien por motivos de viaje lo ha ofrecido a la persona que ahora me contacta, en su calidad de coleccionista, pintora en ejercicio y curadora de arte, anunciando entonces un precio para poder adquirirlo, dado que ella no dispone de espacio para quedarse con lo que significa esta pintura aparecida de la nada, explicando además que en el pasado adquirió y tal vez mantiene algunas obras de la amiga pintora de la que tiene el mejor de los recuerdos, pero que en esta oportunidad, de acuerdo con su complaciente y comprensivo esposo, han decidido no quedarse con tal ofrecimiento e intentar más bien contactar a un familiar de la Maestra, para tenerlo en cuenta como primera opción en la posibilidad de entregarle en venta aquella pintura hasta ahora desconocida y misteriosa, al menos para algunos o para muchos de nosotros, con lo cual, por el lapso eternizado de un momento mi pensamiento titubea en la decisión de adquirir o no la oferta, pues de manera instantánea aflora el listado de erogaciones y de pagos que debo realizar de manera inmediata y que requieren de un mínimo de planificación para no entrar en desajustes, además de la significativa cantidad de pinturas que en vida he adquirido de mi hermana por la calidad y expresividad de su trabajo y por las facilidades y precios ofertados, argumentos que me llevan al instintivo debate de elegir si adquiero o no este ofrecimiento, o dejo que otra persona o familiar interesado se haga a tan significativa pertenencia. Entonces siento nuevamente que la hermana fallecida me está haciendo un febril requerimiento, al insinuar que su deseo es que esa obra salida de sus manos quede de la mejor manera en el refugio permanente de las mías, como parte de mi colección privada, al no perder de vista que un pedazo de su espíritu y su alma están puestos en los avatares de esta manifestación del arte, seguramente aflorada ahora a mi vista para retar las elocuencias de mi imaginación en constante desafío, que debe adquirirla y descifrarla dentro de un contexto literario, de forma que su expresión y la anécdota de cómo pude acceder a ella hagan parte de las palabras que alguna vez le había prometido, en relación con la habilidad y validez de su trabajo y con las circunstancias vivenciales y personales que giran y se multiplican en torno a su ejecución y desarrollo. El mensaje extracorporal dice además que mi hermana sabe sobre mi inclinación a los temas humanísticos y a la ilustración que ofrece la academia, además de mi afición a coleccionar recuerdos y libros y estampas y cartas y conversaciones, y en fin, a conservar en la diversidad de algunas cajas y carpetas y en el rincón más afectivo de la gratitud y la memoria, todo aquello que esté relacionado con la existencia en general, y más  aún, con la historia y la vida de nuestros antepasados, sean o no familiares o parientes, y con sus vidas, distinciones o menciones que en la dinámica regional hubieren obtenido en relación con sus propias vivencias y bien intencionadas ejecutorias, al hacer parte de las familias fincadas al desarrollo de esta entrañable y ancestral comarca, que constituiría desde hace más de un siglo el décimo y esforzado departamento de una nación emergente y titubeante, que en medio de sus debates lo ha creado como nueva unidad administrativa que busca su autonomía y los senderos de su propio crecimiento, al separarse de anteriores yugos que sólo la veían como habitual y eternizada despensa, como el potrero para criar ganado, o la veta permanente de explotadas minas; todo lo cual, refleja una verdadera y profunda afición que quizá este llamado de mi hermana evoca con su mensaje sutil y concluyente, ya que la nueva y significativa coincidencia no es más que el emplazamiento de Rossana a través de la búsqueda del destino final y la ubicación postrera de esta graficación estimulante, para que haga eco en mi conciencia y determine los pensamientos decisorios que inclinen la balanza, sin más dudas ni cavilaciones, a favor de la adquisición de aquel trabajo de perfiles amaestrados en el marco pintoresco de una expresión artística. Finalmente, con la poseedora de la pintura en ciernes llegamos a un acuerdo de facilitante acceso que permanecerá en el secreto de mis íntimas erogaciones, por lo que no deberá preguntarme nadie ni habré de revelar, al menos yo, ni cómo ni cuánto costó la compraventa, procediendo con la decisión ya enarbolada a desplazarme lo más pronto posible hasta la dirección donde la vendedora está a la espera, para encontrarme con el cuadro del que previamente me ha enviado una foto por el mismo medio de contacto, lo que me permite contrastarlo en el vademécum de creaciones representativas de la autora denominado El Rincón de RoXana, la página de Facebook que la Maestra, de una manera sencilla y limitada en cuanto a masificar su difusión ha mantenido en vida, y que más de uno sólo vino a descubrir en medio de las recientes circunstancias. Enseguida y con los pocos minutos que me quedan antes de acudir a la cita formulada por la campaneada exactitud de la liturgia, procedo a instalarlo en un lugar preferencial y privado del que todavía no revelo la ubicación, a la espera de que algunos ojos ávidos en cualquier visita lo descubran y valoren, sintiendo en su presencia la misma emoción que yo sentí al encontrarme con esta colorida y abstracta expresión del arte titulada La Naturaleza, en la que habita la presencia de Rossana a través de su confección y demás detalles vivenciales, en los que se configura el diagrama conceptual de unos ojos multiplicados que se concentran en diferentes ángulos, diseminándose en los rayos irisados de la vida que culmina al contorno en los mágicos verdes de la creación en acechanza, si no resulta que ésta misma es la que converge hacia el ojo central que la escruta y examina, para desatar un mensaje que despierta de manera adicional la calidez de una plácida armonía y un sentimiento de tranquilidad que seguramente la artista quiso transmitir a quienes luego examinaran su concepto, a través de una técnica que entre hilos de colores y pinceladas aplicadas con la lenta sabiduría del estudio, mezcla el óleo y la lanigrafía en figuras de refulgente y concienzudo equilibrio, en el cual la artista juega con las lanas para darles movimiento a través de las agujas y las marcas complementarias, nacidas de su dialéctica elocuencia y de los impulsos transmitidos por sus manos a los despliegues calculados de su paleta en uso. La breve tertulia con la curadora da para enterarme de otros reconocimientos hechos a Rossana aún en tierras demasiado lejanas para nuestro sorprendido entendimiento, de los cuales ella se compromete a conseguir los respectivos soportes sobre los que no teníamos la más mínima evidencia; mencionando con afecto y de manera complementaria las calidades humanas y artísticas que adornaban la personalidad de la pintora extinta, de las que hacía gala ante sus amistades y colegas al deslumbrarlos en sus tertulias y conversaciones con su postura existencial y crítica respecto al acontecer social y al comportamiento generalizado de las masas, plasmada luego en la concepción de su trabajo hasta inducir la pregunta inquietante que pretende indagar si Rossana alcanzó a dejar más obras de carácter inédito, frente a lo cual la respuesta es una contundente negativa, al menos con base en lo que hasta ahora conocemos, pero con la inquietud latente de expresar que en su estudio y sobre un caballete especial que acompañó las nostalgias de este puntual emprendimiento, alcanzamos a visualizar un pequeño cuadro bordado, tejido y combinado con la pintura al óleo, que destaca la figura de una Torre Eiffel engalanada entre el diverso verdor de los tapices atravesados por la pacificación de una laguna, en cuya base el lienzo ostenta hasta el sol de hoy las partes que quedaron inconclusas y que ya no podrán finalizarse nunca, porque Silvia Rossana, la pintora que no todos comprendimos, al menos a tiempo y de manera completa en su controvertida sensibilidad de artista, no alcanzó a culminar este trabajo por la limitación que sus afectaciones físicas llegaron a infringirle coartando la fortaleza de sus capacidades, pero con la característica especial y relevante de que la aguja final de este tejido, está clavada en el lienzo en la misma posición en la que ella la dejó cuando abandonó de manera obligada la inacabada imagen y la ansiada continuidad de su trabajo, situación de la que nace la sugerencia de poder encapsular este intento en el estado último donde lo dejó su creadora, fomentando los sentimientos de un poema que será retado a elaborarse, para atesorar el conjunto en una urna de cristal que podría ser exhibida -post mortem y a través del tiempo- en las salas de exposición a las que en vida Rossana había sido continuamente invitada y aplaudida.




Seguramente este intento que no pudo concretarse, expresaba la ilusión y la esperanza de la artista para hacer efectiva una vieja invitación a la capital de Francia, la mítica, donde la esperaba el cariño y aceptación de una curadora que valoraba de fondo su trabajo con el arte y la pintura, y quería generar una exposición de aquellas obras con la presencia física de la misma autora, expectativa que ya no pudo hacerse efectiva por todas las circunstancias conocidas, y que seguramente Rossana quiso plasmar en este cuadro inconcluso que ahora pretende adecuarse tal como expliqué antes, en el que si bien su cuerpo físico no pudo aterrizar en los escenarios en los que París aguardaba su presencia, su alma y su sensibilidad, sí alcanzaron a unificar en estos tejidos y pinturas integradas el símbolo más representativo de la ciudad antigua que se quedó esperándola con la ilusión en ascuas, junto a los tapices reverdecidos y el elemento lacustre más relevante en los que converge la idiosincrasia y características particulares de nuestro propio terruño, integrados al unísono en esta expresión que los afanes de la muerte se llevaron a la posteridad, sin lugar para la reclamación y sin posibilidades de retorno, impidiendo no sólo que el viaje programado se cumpliera, sino que la expresión pictórica que uniría estas dos regiones en el lenguaje universal de la expresión artística, también quedara suspendida en el aire como una espina clavada en el corazón de las quimeras que nunca se completan ni se cumplen, ni logran nunca transformarse en las pruebas irrefutables que acreditan la certeza elocuente de los hechos cumplidos. 

Al concluir estas palabras impulsadas por todos los sentimientos que con base a la vida de mi hermana ahora me embargan e inspiran, sólo queda por lanzar al aire la erupción multicolor de los agradecimientos que Silvia Rossana me hubiera encomendado, rodeada del anhelado jardín en el que hoy se convierte su figura y en medio de las expresiones de admiración y de cariño que desde diversos ámbitos y localidades, de esta forma la han reconocido y mencionado: A los familiares y amigos y cómplices de su aventura extraordinaria por los angostos y limitados caminos de la expresión artística, todos ellos reunidos aquí para manifestar su solidaridad y fraterno acompañamiento. A aquellas personas que desde las instituciones de salud que la atendieron, fueron más allá de sus propias limitantes y entrabamientos oficiales, para brindar el desvelo de su dedicación y apoyo, intentando el alivio que su magro cuerpo de estos días requería. A las personas que combatiendo las fatigas del debido sueño, desvelaron su tranquilidad durante las veinticuatro horas del día para acompañar y suplir la punzada inclemente de sus necesidades. A sus hermanas y hermanos, unidos para siempre en un cable de acero que mantiene el amor y la unión inderrotable, en medio de la cual crecen y proyectan los escaños dicientes de sus compromisos. A la creciente reciprocidad de sus sobrinos, a quienes delegó el cuidado intensivo de su legado incuestionable, y que ahora, tras tener conciencia de su actividad artística y de su sinigual y precoz fallecimiento, deducen una respuesta a la inquietud de José Enrique, el más viajero de ellos, cuando a sus cuatro años de edad me preguntaba con una inquieta inteligencia de argonauta, indetenible en la procuración de su camino: Tío, quién pega las nubes en el cielo?; siendo que ahora, mientras el sobrino las estudia para alcanzar un doctorado en tal materia, que solvente la captación y traslado de la energía que podría llegarnos desde la bóveda celeste; tienen la certeza de que, en representación de la familia, será la tía Rossana quien lo haga en el firmamento indeleble de sus cuadros, allá junto al Creador, en la eterna inmensidad del Paraíso, cuando refleje el blanco contoneo de esos enormes buques hechos de agua condensada y de cristalizados corpúsculos de hielo, capturados para siempre en la imagen de fuego de una mañana feliz y exuberante, que conjuga la habilidad de sus paletas y pinceles con la inocente plenitud de un paisaje de sol abanicado por un viento que goza y se divierte entre los árboles. Al singular estado de su sobrina Ángela y de Andrea, la segunda de las sobrinas políticas, que juntas le reconocen a la tía su intersección ante lo sobrenatural o lo divino, para que se gestione la naturaleza de algo extraordinario; aquella, porque su denodado propósito por convertirse en madre, tras una expectante espera repleta de requisitos e invaluables y prolongados tratamientos, le regaló el portento iluminado de la más armoniosa de las niñas, pensando que su condición de descendiente única le clausuraría a la joven madre, al menos de manera natural, las ansias contenidas de volver a serlo; restricción que también  caracterizaba a Andrea, conforme la dureza de las sentencias médicas, indicadoras de limitaciones fisiológicas y complementariamente anatómicas, que derivaban en la imposibilidad de concebir una criatura pese a los intentos del humanado esfuerzo y a las tecnificadas recomendaciones y lineamientos de los especialistas, hasta cuando la certeza intempestiva de una noticia inesperada, les concedió a ambas el milagro de quedar embarazadas naturalmente y casi al mismo tiempo, haciéndonos evocar a todos el cuadro bordado de la Bailarina y su Ternura en haz de Colores, elaborado en tiempos cercanos por Roxana, que en pose galante emergida desde un túnel explorado y sugerente, se convierte en útero sagrado del que emana la danza ilusionada de la vida, luciendo una relación que al atarse al de las noveles familiares que transmiten el legado de las generaciones, también le hizo decir a la tía Rossana que ella abandonaba su existencia para que a la familia llegaran con la fuerza imperiosa de un valorado milagro estos dos nuevos y espontáneos angelitos, que suplirán con la alegría de un carnaval espontáneo y desbordado, la tristeza y el dolor que ocasiona la contundente realidad de su partida. A la sinceridad de sus amigas de siempre, que supieron transponer el oleaje permanente de las diferencias y la sombra agresiva de las dificultades. A su hermana Mónica Patricia, la madre de Angelita y suegra de Andrea, quizá la que más entendió los repliegues indescifrables de su alma, hasta convertirse en su incondicional cómplice y solvente y siempre recurrente amiga. Pero más que todo y sobre todo, a Javier Torres Lasso y Francisco Torres Gómez, cuñado y sobrino respectivamente, por el apoyo y liderazgo desplegado durante su larga vida compartida, que con seguridad deviene en el más entrañable y profundo abrazo de hermanas dependientes e inexorablemente involucradas en sus respectivas existencias, a pesar de algunas diferencias informales que, ya convertidas en anécdotas, deben derivar ahora en la más tierna y feliz de la sonrisas, al hacer de Sandra Gómez Martínez la hermana abnegada y protectora que cualquier familia desearía tener entre su seno: el ángel más sublime que por su dedicación y compromiso, desde ya debe tener labrado un espacio de inmenso amor y reconocimiento en los amplios salones de los cielos, cuando algún día, que esperamos todavía lejano para continuar sirviéndole a la vida, nos volvamos a encontrar con aquellos invaluables familiares que labraron, precursores, la inexorable dirección de este camino: nuestros padres Pepe y Chela, la novela del romance jamás dicho; nuestro hermano José Luis, perenne  trashumante de los sueños; y ahora Silvia Rossana, tacto, olfato y pulso de la vida, que se junta con amor a ellos para colocar un toque colorido de alegría y de insolente magia, a ese mausoleo fraternal y desprovisto de reclamos y dolores, en el que habremos de encontrarnos algún día, con la cara limpia, la dignidad en alto, y la satisfacción de la labor cumplida. Adiós querida hermana por tu siembra y por la laboriosidad y amplitud de tus cosechas; por el milagro de la hermandad que aún perdura, quedando anclada para siempre en el reconocimiento inmenso de nuestros corazones. Adiós, Silvia Rossana Gómez Martínez.


REG. DNDA-MININTERIOR 10-1277-425 del 22/01/2025





















FOTOGRAFIAS:   ARCHIVO FAMILIAR

                                DANIEL GOMEZ VILLACREZ

                                DIEGO GOMEZ MARTINEZ


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Leo con atención el legado de su hermana. Ella está con Dios en un lugar mejor que éste. Un abrazo enorme. Paula Jiménez Burgos
Anónimo ha dicho que…
Muchas gracias Arturo, gracias por hacer que Rossana viva siempre en mi corazón 🙏🙏 Elizabeth Martínez López
Anónimo ha dicho que…
Muchas gracias por compartir. Rossanita siempre en nuestros corazones. QEPD 💐 MIRIAM JIMENEZ
Anónimo ha dicho que…
👏🏼🙏🏼
Está en paz con la vida
Saludos. Jorge Dorado Moreano
Anónimo ha dicho que…
Gracias por compartir 👏👏👏 JOSE VICENTE CIFUENTES
Anónimo ha dicho que…
Un abrazo amigo. Su recuerdo y su pintura seguirá alimentando el alma. GRACIELA SANCHEZ
Anónimo ha dicho que…
Héctor. Mil gracias por compartir este escrito.
Desconocía toda tu dedicación a la escritura. En algunos de tus escritos,
aprecio a un ser muy integral, que confluye la historia, la literatura, la poesía.
una gran sensibilidad al escribir, me parece que lo que tu pluma toca, lo conviertes en poesía y nos transporta a diferentes narrativas.
Mucho que ver con el arte si le agregamos tu amor por la música, por otra parte esa
chispa de humor tan inherente en ti.
Felicitaciones. Que tengas un excelente comienzo de semana. Dios te bendiga 💫🙏✨ ANA LUCIA DE PANTOJA
Anónimo ha dicho que…
Gracias por compartir. J. MAURICIO CHAVEZ BUSTOS
Anónimo ha dicho que…
Amigo, siento mucho la partida de tu hermana, una gran mujer y artista se ha ido de este mundo, pero te queda en placer de haber estado ahí, a su lado, disfrutando o padeciendo de toda esa esa historia que tan ávidamente plasmas con tu pluma. 😭😭
Un abrazo fraternal y mis condolencias infinitas.🙏 CRISTINA ENRIQUEZ
Anónimo ha dicho que…
Que belleza de palabras y muy merecido homenaje a Roxana un abrazo de todo corazón👏👏🙏 ANA LUCIA AGREDO GOMEZ
Anónimo ha dicho que…
Felicitaciones!!! Hermoso tema profundo !!
Abrazos. SILVIA ROSERO MERA
Anónimo ha dicho que…
Buenos días Arturo, gracias muy bellas letras felicitaciones. STELLA CAMPIÑO MARTINEZ
Anónimo ha dicho que…
Hola querido Héctor
Me gusta mucho tu tema. Tiene mensaje contundente en especial para nosotros los amigos catanos. Felicitaciones 🎊🥰 María Elena Ortega
Anónimo ha dicho que…
Buenos días amigo.
Espero que te encuentres muy bien física, mental y espiritualmente. Acabo de leer tu artículo relacionado con tu hermana Rossana. Primeramente te felicito por esa maravillosa descripción con lujo de detalles literarios, propios de un gran intelectual como lo eres tú.
Pude comprender el dolor de todos los hermanos y familiares de ella por su partida definitiva, como también la dura realidad de soportar el dolor e incapacidad física debida a su enfermedad crónica, y que al parecer tanto ella como uds. lucharon hasta el final con gran estoicismo. Igualmente quedó enterado de las anécdotas que describes en una mezcla de realidad e imaginación y justificadas por la inmensa personalidad de la artista que al parecer ha dejado imborrables huellas en el corazón de toda su familia.
Bueno amigo nuevamente muchas gracias por compartir tu admirable escrito. Que tu vida v salud y trabajo sean óptimos .👋🤝 JESUS EFRAIN BEDOYA SOLARTE
HECTOR ARTURO ha dicho que…
Hola Estimado Jesús Efraín. Aprecio mucho tus palabras. Quizá la expresión literaria sólo pretende reflejar aquello que se lleva en el corazón. Quizá es la manera de sacar el dolor y la pena, y otras veces la alegría o la dicha, pretendiendo tocar los linderos y espacios del arte. Siempre es grato para mi recibir tus palabras que reflejan esa amistad espontánea y sincera, nacido de nuestra adolescencia, en la que solo cabían los sueños y proyectos que habríamos de realizar en el futuro. Ahora, cuando la vida ha pasado dejando sus huellas en todos los sentidos, siempre permanece como un faro indeclinable el recuerdo de aquellas personas que marcaron nuestros comienzos, entre las que te destacas y permaneces por la amistad forjada y que permanece por toda una vida. Un especial saludo y un fuerte abrazo.
Anónimo ha dicho que…
Hermosas palabras para tu amada hermana. ROSA ELENA BASTIDAS BARCENAS
Anónimo ha dicho que…
EXCELENTE, QUE EN PAZ DESCANSE. ROBERTO CHAVES BOLAÑOS
Anónimo ha dicho que…
Mil gracias. Bendiciones. Yolanda Cevallos
Anónimo ha dicho que…
Una poética forma de describir los eventos de la vida. Sunny Moncayo
Anónimo ha dicho que…
Héctor Arturo, agradezco el haberme hecho partícipe de una historia sensible, llena de sentimientos íntimos que al volverla narrativa me permiten conocer tu interior.
Me honras al compartirme una parte magnífica de tu historia donde la protagonista es una gran maestra pintora, ceramista, mujer, hija, hermana, amiga, ciudadana a quien he conocido y apreciado a través de tus palabras.
Gracias, gracias. SUNNY MONCAYO
Esas hermosas palabras generan todo mi aprecio y conmueven mi corazón Muchas gracias por tu amistad y por tu presencia en nuestras vidas un fuerte abrazo y un especial y afectuoso saludo
Anónimo ha dicho que…
Gracias a tí por tantos años de una bonita amistad.
Un abrazo para tí y los tuyos. Sunny Moncayo
Anónimo ha dicho que…
Hermoso homenaje para Roxana! Muy conmovedoras y sentidas palabras. Gracias por compartir Arturo 🙏🏻♥️ AMALIA MARTINEZ MAYA
Anónimo ha dicho que…
Que lindo homenaje, sin duda alguna la maestra Roxana dejo un gran legado y sus obras serán inspiración de muchos artistas que en vida tuvimos la dicha de conocerla, querida Roxi descansa en paz en los brazos del Señor, mucha fortaleza a su linda y distinguida familia que mientras hayan recuerdos como estos ella sigue viva, un inmenso abrazo para todos.
Gracias por compartir. LILIANA MUÑOZ
Anónimo ha dicho que…
No tengo las palabras adecuadas para expresarte mi admiración por esta pluma tan llena de sentimientos y que toca las fibras más íntimas del corazón. Es una reseña muy sentida de tu hermana y mi amiga a quien quiero con mi alma y que recordaré todos los días. Te mando un abrazo ❣️ MARINA MARTINEZ MAYA
Anónimo ha dicho que…
Hermoso honenaje a nuestra querida amiga Rossana ALBA LUCIA MARTINEZ MAYA
Anónimo ha dicho que…
Gracias por compartir, felicitaciones, precioso mensaje.... MARIA VICTORIA MARTINEZ ORTIZ
Anónimo ha dicho que…
Mi más sentido pésame, querido amigo Héctor Arturo.
Que viva siempre en el universo y en la memoria, tu adorada hermana. RICARDO TORRES GAVELA (Quito - Ecuador
Diego hermano ha dicho que…
Finalmente pude sacar el tiempo y tranquilidad para leer ese relato, disfrutarlo y recrear en la mente y en el corazón muchos de esos momentos vividos de manera presencial con nuestra hermana y aquellos que como mencionas, he tenido la oportunidad de "sentir" en mensajes que traspasan a lo espiritual, a esas conexiones especiales que creo gracias a Dios he podido tener con Rossana y que tuve también con nuestra querida madre. Un bonito, sentido y merecido homenaje para Rossana, a la que me imagino leyéndolo una y otra vez, con una sonrisa de la satisfacción del deber cumplido, aunque siempre con el deseo de hacer más. Descansa en paz querida hermana. Que las mariposas te lleven siempre nuestros mejores pensamientos y recuerdos.
Anónimo ha dicho que…
Hola Héctor buenos días. Gracias por compartirnos lo referente a Silvia Rossana, leímos con mi esposo, nos gusto su obra y hermoso como tú lo resaltas. PATRICIA CONCHA DELGADO

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