TRIBUTO A CASSIUS CLAY DE UN ADMIRADOR DESCONOCIDO





VERSION ANTERIOR

martes, 7 de junio de 2016

Ahora que el ídolo se ha ido, que el cambio de su nombre de Cassius Clay a Mohamed Ali pasa a ser, como su discurso incendiario y provocador, parte de la leyenda que circula alrededor del personaje; que sus peleas en los escenarios del mundo pueden revivirse en los vídeos que la tecnología en el presente permite; que las nuevas generaciones presionadas por el ruido empiezan a indagar sobre su vida, y a interesarse en sus motivos y en sus genialidades…, hasta sus contradictores y oponentes reconocen su constancia y su valía para ubicarlo entre los grandes del boxeo de todos los tiempos, reconocen su influencia decisoria en los debates y movimientos que marcarían el mundo durante los años 60’s y 70’s para definir y afianzar los nuevos rumbos, y aparecen ahora para plasmar su homenaje y manifestar su admiración, por el pugilista más relevante y transformador de todos los tiempos.

Entonces, caminando entre las brumas del tiempo, veo acercarse a un niño, que sin quedarse atrás ante el reconocimiento que al boxeador le hacen, me hace señas desde la distancia para que lo atienda, me llama con certeza por mi nombre buscando acercarse hasta mi orilla, y una vez al frente para ser reconocido, ante el imperceptible gesto hipnótico con que me adormece el pensamiento se funde entre mi cuerpo, ocupa mi mente, y sentado a sus anchas frente a la disponibilidad de mi portátil, transcribe las siguientes palabras en las que están dibujados sus recuerdos……


’….La noche mágica, esplendorosa, genera grandes expectativas. El mundo, extasiado alrededor del boxeador que pica como avispa y se mueve como mariposa, conoce al asombroso Cassius Clay, el eterno Mohamed Ali de muchos, el pugilista más trascendente y especial de todos los tiempos. Apenas apagadas las luces de la tarde, nos disponemos a escuchar el combate entre Clay y Sonny Liston, otro luchador clásico que caerá sin embargo en menos de dos minutos, en virtud a la técnica y agilidad de Clay. La radio hace eco al historial de los combatientes, y torna inquietantes los preámbulos del encuentro. Televisión, es una palabra inexistente en nuestro conocimiento y nuestro léxico, porque llegará a la región y a la vida muchos años después, cuando la venida del Papa a Colombia por primera vez, y la llegada de Armstrong a la Luna, deparan el milagro de un aparato, regocijo de familiares y vecinos reunidos por horas alrededor de aquel portento.

‘’…En casa hemos planteado nuestro propio encuentro del siglo entre mi hermano José Luis y yo, con el arbitraje ecuánime y sonriente de papá. Su condición de Presidente de la Liga de Boxeo de la región, hace que en casa existan todos los adminículos y elementos necesarios para la práctica adecuada del deporte, lo cual nos hace atestiguar extensas visitas con periodistas especializados y entrenadores reconocidos de la época, y hasta llegar a conocer a los máximos representantes de la actividad pugilística de esos tiempos en nuestra tierra. La asistencia a los entrenamientos en el inmenso Coliseo, a los que papá me lleva en razón a ser por toda su vida su permanente y leal ‘’compañerito’’, indica la presencia de varios escuadrones de soldados apostados en las graderías, para ovacionar o insultar incluso a cualquiera de los contrincantes según las directrices adoptadas, con la visión premonitoria de que las hostilidades habituales de un público adverso, no pueden distraer a los combatientes en su empeño de ganar la pelea y defender las banderas de la región y de la Patria, y para ello, desde ya, deben acostumbrarse sin recato a tener todas las voces en contra.

‘’…. Con el tiempo, en algunas tardes sabatinas, o cuando la naciente academia del colegio así lo permite, armamos un ring rodeando el espacioso patio central de la casa con varias manilas de las que permanecen almacenadas. Arriban allí los compañeros de estudio a medir fuerzas defendiendo en ocasiones el nombre de alguna madrina, por lo general la hermana de alguno de los combatientes, que como en el Quijote, se convierte en la Dulcinea por quien debemos vapulearnos hasta caer rendidos. Ahora produzco un fuera de combate, cuando tras un recto a la mandíbula Álvaro se va de espaldas, golpeándose la base del cráneo contra un lavamanos intruso en las márgenes señaladas por el entramado. Tras revivirlo, en medio del susto generalizado, prometo dejar la actividad, y sólo muchos años después, en el afán de aprender a defenderme no sólo con los argumentos que la prudencia y la diplomacia otorgan, resuelvo incursionar en el karate, deporte que replantea con su técnica y filosofía las actitudes y posiciones aprendidas en el pugilismo, del que Clay o Alí, como resolvió llamarse luego, era el modelo a seguir, y a quien todos queríamos imitar en condición de boxeadores. La nueva actividad dura el tiempo necesario para descubrir que mi rodilla derecha, lesionada con anterioridad en un accidente motociclístico, no soporta entrenamiento constante sin que una terapia a fondo, cada vez más postergada en virtud a las ocupaciones y trabas para obtener la cita médica, la vuelvan a la normalidad. Eso, y la rutina obligada del rebusque, agotador y fastidioso al no estar matriculado en ninguna camarilla, que obliga a buscar las oportunidades laborales y luego desarrollarlas, o mejor dicho, a buscar trabajo y luego ejecutarlo cuando se consigue, todo lo cual termina por cancelar casi del todo mis disciplinas deportivas, manteniendo apenas como un rezago de los afanes de otros tiempos, la gimnasia diaria de diez o quince minutos, basada en un método que en el bachillerato me regala una tía, complementada más tarde por ejercicios con las máquinas que depara la solvencia, y el esfuerzo por convencer a Luzmarina del Toboso para que permita su ingreso a la casa, sin atentar contra su sentido del orden y la pulcritud, arraigado en su trasegar por los quirófanos.

‘’… Pero hoy el combate está marcado. Lo repican las noticias relegadas a las tres medias horas diarias que les dispone el día, y lo recuerda papá en su latente condición de aficionado. José Luis es el niño inquieto e hiperactivo desde la cuna que no le teme a nada; que cuando es necesario busca resolver las diferencias con la entereza de su carácter, la inteligencia de su pensamiento, y la contundencia de sus puños. Yo, más solemne e introvertido, adopto la prudencia y la diplomacia como líneas de conducta, creyendo ajena la disponibilidad de resolver los conflictos por la fuerza o la habilidad física, cuestión que subsanaré con los años para acometer de alguna forma la agresividad y dureza con que evoluciona la sociedad en nuestro entorno. Pero el desafío está dado, y calzados los guantes dispuestos a todo, no sentimos ni la diferencia de edad ni de estatura, que si para la época se inclina ligeramente a mi favor, con el paso de los años hace de José Luis el más alto y fornido de nosotros, hasta que su muerte absurda y prematura lo convierte en un pajarillo desgonzado y apacible, que aplaca en el sueño definitivo las angustias que le deparó la vida, tras asaltarlo con embates de ironía.

’’… Amagos van y vienen sin ninguna contundencia mientras papá observa. Mi guardia cerrada, deja apenas un orificio alrededor de los ojos para observar al contrincante. Pretendo cubrir mi rostro por el temor a un golpe en la nariz, en la boca o en los ojos, que susciten las estrellas y el dolor característico cuando se padecen. Están descubiertas mis orejas y creo que José Luis lo intuye. Entonces, sus golpes alocados de ventilador en marcha semejan aspas buscando el objetivo. Lo consigue. Con el brazo extendido lanza un manotazo que acierta de lleno sobre mi oreja izquierda. La caída fulminante no impide que José Luis me continúe vapuleando, con golpes en la cabeza que a duras penas logro contener. Cuando papá interviene para separarnos y consigue levantarme, unas estrellitas pigmentadas, desordenadas, angustiantes, desfilan frente a mis ojos junto a la sensación de mareo y de fatiga. No alcanzo a reponerme del todo, cuando me entero que mi ídolo ha derrumbado de un poderoso manotazo a Sonny Liston en muy breves segundos. Ahora se con certeza que es el 25 de Mayo de 1965. Esta vez, pese a la discusión inicial, José Luis ha ganado la posibilidad de representar en nuestra pelea a Clay. Es así como Liston y yo, en esa noche de apuestas, sudor, sangre y anhelos, resultamos los grandes derrotados de la historia…. ’’


revistaculturalceniza@gmail.com

Publicado por HECTOR ARTURO GOMEZ MARTINEZ en 16:25:00
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